Construyendo objetos de investigación: la sociología de los mercados como herramienta heurística para el estudio de las relaciones sociales

Federico Lorenc Valcarce nos cuenta la manera en que la sociología de los mercados le permitió organizar su trabajo sobre la seguridad privada en Argentina, recientemente publicado por las ediciones Karthala.

En los últimos años, los estudios sociales de la economía han sabido nuclear a antropólogos, historiadores, sociólogos y – por qué no – economistas interesados en una mirada sobre el mundo económico que trascendiera el sentido común naturalizado de la ciencia económica ortodoxa. De esta manera, se han desarrollado programas de investigación sobre la construcción de los mercados y las estructuras sociales de la competencia, sobre la determinación del valor y los usos del dinero, sobre la acción empresarial, las formas de acumulación del capital y las dinámicas del desarrollo, etc. De este modo, las ciencias sociales han recuperado la herencia de los clásicos aportando una visión comprensiva y global de la vida social, sin aceptar como reales las abstracciones que la ciencia – y la ideología – han construido de manera trabajosa y, en cierto modo, arbitraria.

En el caso particular de la sociología, lo que hoy tiende a llamarse la “nueva sociología económica” aborda un conjunto de problemas que son centrales en nuestra disciplina desde el periodo clásico. Los estudios de Durkheim sobre la división del trabajo, los contratos y la propiedad, los trabajos de Weber sobre las relaciones entre la ética religiosa y las disposiciones económicas, o las reflexiones de Simmel sobre las funciones sociales del dinero, no constituyen sino algunas de las páginas más brillantes de un tipo de reflexión sociológica sobre la economía que habría de adquirir mucho más tarde una formalización en tanto disciplina académica bien definida. Esto no significa que no existiesen ya entonces investigaciones sobre instituciones, procesos y prácticas económicas, tanto en los países centrales como en los periféricos: en realidad, la novedad de los últimos tiempos consiste en el relanzamiento de una empresa programática y reflexiva que se interroga acerca de la especificidad de una mirada sociológica sobre la economía, moviliza conscientemente herramientas teórico-metodológicas de esta tradición y plantea una alternativa a los relatos producidos por las ciencias económicas, tanto en su vertiente neoclásica como en sus diversas corrientes “críticas”. Desde entonces, la (nueva) sociología económica aborda – a mi entender, de una manera teóricamente fructífera y empíricamente orientada – objetos tales como las industrias, las empresas, los empresarios, las culturas económicas y las relaciones mercantiles.

Ahora bien. En mi opinión, la sociología económica no se caracteriza solamente por desentrañar los objetos socialmente definidos como económicos con las herramientas de la tradición sociológica. Su valor heurístico va más allá. Con las precauciones del caso, los investigadores podemos utilizar los conceptos para construir objetos de análisis que rompan con la forma natural de observar determinados ámbitos de actividad social. Así, podemos pensar los objetos con otras categorías que las que ellos mismos nos invitan a utilizar para pensarlos, o que ellos mismos utilizan para dotarse de existencia. Según este punto de vista, puede realizarse un estudio del mundo de la música desde la perspectiva del mercado en que las obras, los eventos, los servicios, las capacidades y otros objetos circulan como mercancías (como lo hace Pierre François), ofreciendo una mirada alternativa a la de la sociología de la cultura: la dimensión artística o estética de las cosas pasa a un segundo plano, redefiniendo la mirada en función de otras determinaciones tales como el valor, la competencia, la innovación o la rentabilidad.

Pero si nos detuviéramos en la mera determinación económica de los objetos estaríamos cometiendo el clásico error del reduccionismo economicista que, a la manera de los estudios de Gary Becker, proyecto ciertos esquemas básicos de la microeconomía al conjunto de las actividades sociales. Al contrario, la sociología económica se caracteriza por su enfoque multidimensional: nunca la existencia económica de los objetos, las personas y las relaciones es abstraída de sus marcos sociales, políticos y culturales. De modo tal que, como en su momento lo quisieran las mejores tradiciones del marxismo, la sociología económica permite enfocar la realidad en sus múltiples determinaciones, sin dejar de lado ninguno de sus aspectos y, sobre todo, sin negar el peso de la economía allí donde la visión oficial tiende a ver desinterés o pureza (artística, religiosa, política).

Estas prescripciones me han servido para organizar mi propio estudio sobre la seguridad privada en Argentina que acaba de publicarse. Esta investigación aborda la construcción social de los mercados de servicios de protección y vigilancia desde la perspectiva de la sociología económica. Lejos de ser una opción clara desde el comienzo de mi trabajo, esta estrategia fue el resultado del encuentro entre un objeto empírico preconstituido en el mundo social (la seguridad privada) y un ámbito de investigaciones académicas crecientemente dinámico (la sociología de los mercados). De este modo pude superar tanto las miradas nativas sobre la seguridad privada, es decir, la denuncia indignada de periodistas, escritores y políticos, o las justificaciones auto-celebratorias de empresarios y corporaciones sectoriales, como las descripciones previsibles y poco problematizadas de las disciplinas que normalmente se ocupan de este asunto (la criminología y, en menor medida, la sociología del control social).

Para abordar la construcción social de los mercados de seguridad privada en Argentina he construido tres objetos de análisis: en primer lugar, he estudiado la industria de la seguridad como un espacio organizado de producción de bienes y servicios; en segundo lugar, he analizado los mercados que se constituyen a través del intercambio entre esta industria y sus clientes; por último, he restituido los marcos sociales, políticos y culturales en lo que están enmarcadas las actividades y los intercambios analizados precedentemente.

En la primera parte del libro se describe la industria de la seguridad privada. Desplegamos allí una narración acerca de cómo se constituyó este espacio de actividad, de qué manera evolucionó en las últimas décadas y qué rasgos caracterizan su organización actual. La formación de esta industria se ha visto acompañada por la aparición de un nuevo empresariado, compuesto en su mayoría por ex oficiales del ejército y de la policía que se reconvierten al concluir sus carreras: intentamos mostrar que su origen socio-profesional y los principios que gobiernan sus acciones y sus representaciones son la base fundamental para la organización de la constitución de la industria de la seguridad. Bajo la dirección de este empresariado, se desempeña una fuerza de trabajo compuesta por individuos con trayectorias variadas en puestos de trabajo relativamente poco calificados, que se convierten en agentes privados de seguridad después de haber sido seleccionados de acuerdo a ciertas características y haber adquirido las habilidades que se consideran necesarias para el ejercicio de esta ocupación. La acción coordinada de estas dos categorías de actores – los responsables de la planificación y los encargados de la ejecución – se realiza en el proceso interactivo de producción de los servicios de seguridad privada.

En la segunda parte del libro se describe el mercado de la seguridad como un sistema de relaciones sociales entre los proveedores y los diferentes grupos sociales que utilizan sus servicios. Inicialmente, se analiza el modo en que los empresarios y las empresas movilizan diferentes especies de capital social y simbólico para construir una clientela y, a continuación, buscan producir lazos permanentes que les permitan acumular un capital comercial. En este plano, la lucha económica es acompañada por el uso estratégico de los símbolos para convencer a los clientes potenciales de la calidad de los productos ofrecidos. Se explora luego la estructura social de la competencia entre los proveedores por la apropiación de partes mercado y se ponen de manifiesto los principios que organizan las relaciones de intercambio con las diferentes categorías de compradores. Se describe así una dinámica de “competencia parcelizada” que se debe en parte al hecho de que los productores están distribuidos de manera desigual en el territorio y especializados en diferentes tipos de prestaciones. Al organizarse los intercambios en función “cantidades” y “cualidades”, se vuelve necesario analizar la manera en que los precios son socialmente construidos y la manera en que inciden en la acción de los agentes en el espacio mercantil. Finalmente, se muestra que las necesidades de los compradores de servicios de seguridad están relacionadas con su existencia social, con su morfología y sus modos de funcionamiento. Analizamos los usos que estos clientes hacen de los servicios que compran y la manera en que son incorporados en las actividades rutinarias de las empresas, los organismos públicos, los comercios y los lugares de residencia. Para comprender mejor estas acciones, se hace hincapié en las motivaciones de los compradores y la lógica que rige el consumo específico de los servicios de seguridad privada.

El análisis de la industria de la seguridad ya nos había obligado a introducir elementos ajenos a este espacio de relaciones sociales: los funcionarios reconvertidos nos remitían a dinámicas de la burocracia estatal, los trabajadores “refugiados” nos hablaban de transformaciones en el mercado de trabajo, las regulaciones estatales nos invitaban a pensar en el carácter sensible que la seguridad tiene en la política moderna. Por su parte, el análisis de los mercados de la seguridad nos obligó a introducir elementos ajenos a los intercambios económicos puros: el capital de relaciones movilizado para conseguir clientes, los símbolos invocados para legitimarse en el terreno de la competencia, los factores estructurales que contribuyen a determinar las necesidades del cliente. Todo esto demuestra que no podemos hacer una sociología de las industrias y los mercados sin tener en cuenta los marcos sociales, económicos, culturales y políticos en que están encastrados. En la tercera parte del libro, ofrecemos un tratamiento de las múltiples conexiones de la seguridad privada con otros hechos sociales que funcionan como condiciones de posibilidad y como limitaciones en su génesis y su funcionamiento. En primer lugar, los mercados de la seguridad privada son situados en el contexto de las transformaciones estructurales de las sociedades capitalistas contemporáneas. Nos centramos en los cambios en la gestión de las empresas y el funcionamiento de los gobiernos, así como los cambios en los espacios de vida. A continuación, mostramos cómo las distintas formas sociales de protección están relacionadas con determinados marcos simbólicos que alientan el crecimiento de la “demanda de seguridad” y permiten que las formas mercantiles sean consideradas aceptables. El estudio finaliza con el análisis de la relación entre la “seguridad privada” y la “seguridad pública”: identificamos los vínculos entre el desarrollo de los mercados de la seguridad y los cambios en la morfología del delito y la oferta pública de servicios policiales, concluyendo con un análisis del papel del Estado en la actual configuración de los sistemas de seguridad.

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Comments

  • joseossandon  On March 22, 2011 at 6:07 am

    Federico, suena beunísimo el libro (sin duda un gran caso de estudios con muchos matices). Una pregunta más sobre tu punto del post que del caso. Creo que tienes toda la razón al afirmar que una de las principales ventajas de la sociología de los mercados es tener una mirada abierta a las múltiples dimensiones que interactúan en la producción práctica de los mercados. Sin embargo, parece más difícil asumir que este ejercicio no es una abstracción. Esto es muy claro en el caso de trabajos como el de H. White, que de hecho intenta modelar matemáticamente un mercado, o también para las sociologías de redes más tradicionales (como Burt o Podolny). Sin embargo,al menos es mi impresión, incluso en trabajos más abiertos (etnográficos, históricos, etc.) es necesario abstraer. Lo que es tanto una decisión práctica (donde dejamos de entrevistar?) como conceptual (donde se acaba este mercado?). Sin embargo, no se si es posible elaborar algún tipo de regla de como y donde cortar. Mi pregunta entonces es: como fue que delimitaste que era lo relevante y no relevante en la historia del mercado de seguridad en argentina? (fue por tus hipotesis conceptuales? por lo que fuiste encontrando? o por como ir armando la narrativa de la historia?).

  • Federico Lorenc Valcarce  On April 11, 2011 at 9:03 am

    Estimado José,

    Tenés razón en tu señalamiento. Sin dudas, no se puede conocer sin abstraer. Ni en la vida ni en la ciencia. La investigación científica, y la producción de conceptos generales, suponen dejar de lado la singularidad de los objetos concretos y producir fronteras que no pueden ser sino el resultado de una operación intelectual. Lo que trataba de indicar, con más intención persuasiva que rigor epistemológico, es que la mayoría de los que hacen sociología de los mercados – salvo quizás los autores que señalas, especialmente White – nos invitan a pensar la sociedad como totalidad, y por lo tanto los vínculos que unen lo económico con otros aspectos de esa totalidad. Se inscriben así en una tradición que quiero rescatar y que incluye a autores tan diversos como Marx, Durkheim, Thomas y Znaniecki, Bourdieu…. Dejando de lado esa cuestión, paso a responder la pregunta puntual.
    La construcción de los límites del mercado de la seguridad – o al menos de la industria de la seguridad, porque uno de mis argumentos es que existen varios mercados que se organizan alrededor de la oferta de bienes y servicios de seguridad – se basó en una combinación de consideraciones empíricas y teóricas. En primer lugar, se trataba de partir de las categorías nativas de seguridad privada, vigilancia y protección, tal y como son empleadas por los agentes que se sirven de ellas para organizar sus propias prácticas (empresas, cámaras, sindicatos, organismos públicos, legisladores). De ese modo, mi concepto de seguridad privada no podía alejarse demasiado del modo en que el objeto mismo se constituye en el mundo social con independencia de mi propia observación (aunque no de otras observaciones). La cuestión de qué bienes y qué servicios, por lo tanto qué empresas y qué transacciones, deben ser incluidos en la investigación se determina así a partir de las propias acciones y representaciones de los agentes. Como bien sabemos, la definición misma de un objeto – en este caso, la seguridad privada – está en disputa, presenta variaciones en lo atinente a sus límites y contenidos. Por lo tanto, en un momento el investigador debe tomar una posición y, más allá de desplegar las propias definiciones de los actores, establecer un recorte a los fines del análisis. En este caso, mi opción fue distinguir la seguridad privada entendida como actividad organizada como un mercado de otras formas de protección y vigilancia, tanto públicas (policía) como privadas no mercantiles (autoprotección, vigilancia comunitaria, etc.). De ese modo, mi objeto quedaba delimitado como un espacio mercantil y la noción sociológica de mercado se volvía aplicable a un ámbito de la realidad relativamente homogéneo.
    A partir de allí, distintos conceptos particulares de la sociología de los mercados me permitieron describir diferentes aspectos de la seguridad privada. La conformación de una industria autónoma, la estandarización progresiva de los servicios, la estructuración de los intercambios, la regulación política y social. De todos modos, mi compromiso último – al menos eso surge de esta investigación- es con una sociología de cariz clásico, que parte de Marx y Weber para concluir con un enfoque próximo al de Bourdieu. Los demás autores son, en parte, auxiliares de esta visión general que domina mi trabajo. En estos momentos estoy explorando otros caminos, pero lo hecho hecho está… Saludos,

    Federico

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