Economía, trabajo e instituciones en América Latina. Entrevista con Guillermo Wormald

Guillermo Wormald es sin duda uno de los principales pioneros del análisis social de la economía en Chile. En efecto, Wormald ha estado a cargo del curso de sociología económica – por el que pasamos varios de los contribuidores de este blog– desde la reapertura de la carrera de sociología en la Universidad Católica de Chile a principios de los noventas. La materia del ramo – al menos cuando yo lo tomé –no se centraba en lo que hoy se podría considerar como el “core” de la sociología económica (ie estudios de intercambios, redes, incrustación, campos y mercados, etc.) sino más bien en la historia de las transformaciones del trabajo en el mundo post-industrial y en particular en América Latina. Como suele suceder, el particular enfoque del curso tenía que ver con el trabajo de investigación de quien lo impartía. En efecto, quizás el principal elemento que cruza las diferentes investigaciones desarrolladas por Wormald es el interés por las consecuencias sociales de la transformación en la organización del trabajo. En los últimos años, Guillermo ha participado en múltiples investigaciones sobre temas tales cómo: la estratificación ocupacional en Chile, la vulnerabilidad de trabajadores pobres y la integración en Santiago de Chile, como también el particular desarrollo institucional Chileno. Estos últimos trabajos han formado parte del programa de estudios comparados (publicado en diferentes libros como este o este, y en general disponibles acá) dirigidos por Alejandro Portes. En esta entrevista, desarrollada via email, Guillermo responde cuatro preguntas sobre las diferentes dimensiones de su trabajo.

JO: Para comenzar una pregunta más bien biográfica: ¿qué tan relevante era el análisis de la vida económica en la sociología de tu formación en Chile y en Inglaterra?

GW: Hacia la década de los 70s, la discusión de la sociología económica en América Latina estaba dominada por dos orientaciones centrales. De un lado,  por un enfoque de corte estructural-funcional a la T. Parsons y, por el otro, por uno de economía política, abiertamente productivista y fuertemente influenciado por una orientación teórica neo-marxista. En un caso, los acentos de la discusión estaban puestos en las transformaciones políticas, sociales y culturales que acompañaban los procesos de crecimiento económico de lo que entonces se entendía como las sociedades atrasadas. En el otro, estos acentos estaban puesto en las formas de dominación, explotación y dependencia que caracterizaba el desarrollo del así llamado capitalismo periférico. Buena parte de esta discusión quedaba capturada por lo que conocemos como sociología de la modernización. A su vez, ella tenía expresiones más específicas en áreas como la sociología industrial y de las organizaciones y, también, en la sociología del trabajo de influencia europea, especialmente francesa. Dentro de estas diversas vertientes, la reflexión apuntaba a la relación entre economía y sociedad en términos de las consecuencias sociales de los procesos de industrialización y urbanización. Preguntas por los cambios en los sistemas de estratificación y movilidad social, los estudios sobre conciencia de clases y los problemas de pobreza y marginalidad que acompañaban estos procesos eran algunos de los focos de interés de la sociología económica de entonces. Y es dentro de este marco que se desarrolló mi formación de post grado en el Instituto de Estudios del Desarrollo (IDS), en la Universidad de Sussex, en Inglaterra.

JO: Tu trayectoria de investigación en términos de énfasis, conceptos o métodos se conecta más con la sociología del trabajo que con la sociología económica (ya sea a la Granovetter, Bourdieu, o Callon), aunque por la enseñanza y los proyectos con Portes has mantenido el contacto con la sociología económica. ¿Cómo ves la comunicación entre ambos campos? ¿Ha tenido algún impacto la sociología económica en los estudios del trabajo? Y ¿que aprendizajes de la sociología del trabajo recomendarías para los otros estudios de la economía?

GW: Mi investigación se conecta más con lo que podemos definir como una sociología del desarrollo que con una que refiere de modo más estricto a los temas propios de una sociología del trabajo. De allí que mi preocupación ha sido por los temas de informalidad, vulnerabilidad social a la pobreza y, en la actualidad, por el vínculo entre instituciones sociales y desarrollo; así como también, por las nuevas formas de inclusión y exclusión social que acompañan de desarrollo de una sociedad de mercado en realidades particulares como la nuestra. Sin embargo, es cierto que en todas ellas he considerado el trabajo como una dimensión central. La razón es porque la sociedad moderna se constituye como una sociedad del trabajo. Alrededor de las formas de organización del trabajo se juegan problemas de integración a las oportunidades de vida y a la ciudadanía social. También el trabajo, en tanto principal recurso en la mayoría de los hogares, se constituye en la puerta de entrada para el acceso al crédito y a los otros mercados. En este sentido él mantiene toda su centralidad, especialmente para el análisis de los fenómenos de desigualdad social tan presente en las sociedades latinoamericanas, especialmente en Chile hoy.

El vínculo entre los estudios centrados en el trabajo y lo que podemos definir como la nueva sociología económica me parece que son estrechos. Ejemplos de esto son el rol performativo que tienen las diversas situaciones de trabajo en el comportamiento y racionalidad de los diferentes actores o agencias que la componen;  la centralidad  del trabajo en la conformación de redes sociales que estructuran el capital social y el comportamiento económico de diferentes agentes económicos; o bien, la importancia que él tiene en la conformación del habitus, la disposición y el gusto de los consumidores. Estas son conexiones más o menos obvias entre uno y otro campo.  Por otra parte, en mi trabajo sobre instituciones y desarrollo, las formas de reclutamiento y promoción de los trabajadores; sus formas de organización; la cultura organizacional que se articula en torno al trabajo y que define un determinado “path dependency”; las formas de liderazgo que ejercen las jefaturas y la apertura a la innovación que caracteriza las diversas instituciones/organizaciones económicas (Ej: la Bolsa de Comercio o el Servicio de Impuestos Internos) son algunos de los elementos claves que emergen al momento de evaluar su eficacia institucional y su contribución al desarrollo.

No cabe duda, sin embargo, que es necesario abrirse a la exploración de nuevas conexiones a partir de las preguntas que se formula la sociología económica, especialmente para comprender los fundamentos sociales y culturales de la vida económica. En ellas el trabajo no es más que una de las dimensiones relevantes. En este sentido el trabajo ha perdido centralidad en la reflexión de la nueva sociología económica la cual ha derivado a otros campos (Ejs: estructuración de los mercados, racionalidad de las agencias a partir de una visión como la desarrollada por la ANT, la negociación de la intimidad, etc..) que parecen muy prometedores para volver a conectar, a nivel de la vida cotidiana, economía y sociedad. Por su parte, los estudios del trabajo deben avanzar más allá de los paradigmas clásicos centrados en enfoques “productivistas” o  de formación de clases sociales para volver a insertar el trabajo –y no sólo el empleo- en la significación de la vida y racionalidad económica de los diversos agentes.

JO: En el último tiempo has participado en una serie de proyectos internacionales comparados. ¿Cual es tu evaluación de la situación actual de los estudios sociales de la economía en América Latina? ¿Hay algún autor o lugar que recomiendas seguir?

GW: Me parece que en América Latina hay un creciente interés en los estudios sociales de la economía. En particular debido a lo limitado que resultan los análisis económicos convencionales para entender el comportamiento económico de los diversos agentes.  En el campo institucional, la afirmación hecha por el economista D North en el sentido que “las instituciones importan” se ha visto enriquecida por los aportes de A. Portes y otros precisamente a través del análisis de las formas de estructuración y funcionamiento institucional en diversos países latinoamericanos. Lo que estos estudios sugieren es que mientras la  globalización alienta ciertas formas de convergencia institucional, ellas deben ser analizadas en estrecha conexión con las particularidades culturales y sociales que representan los arreglos institucionales vigentes en cada uno de estos países. Para ello el concepto de institución social desarrollados por la sociología económica resulta particularmente relevante (Portes, 2009). En esta misma línea, los recientes análisis desarrollados desde la ciencia política destacan la importancia que tiene para el desarrollo de América Latina los arreglos institucionales que caracterizan a las “economías jerárquicas de mercado” (Ross Schneider, 2009 y Ross Schneider and Soskice, 2009). Estos trabajos apuntan a una rica discusión acerca de las diversas formas que asume el desarrollo del capitalismo debido, precisamente, a la especificidad con que se despliegan sus instituciones sociales en diversas realidades socio-culturales.

Otro tema en el que se sigue desarrollando con fuerza una visión social de la economía es el de la informalidad que, como sabemos, ha sido central para comprender el funcionamiento económico de las sociedades latinoamericanas. Desde la clásica visión que asumía la existencia de un “sector informal” vinculado a temas de estancamiento y pobreza, se ha evolucionado a una visión más rica y compleja que asume los emprendimientos informales como propios de una realidad económica que se expresa de múltiples maneras (ejs: emprendimientos forzosos de subsistencia, emprendimientos conectados a las nuevas formas de flexibilización y crecimiento a escala global, emprendimientos movidos por el deseo de independencia y cercanía con el hogar, etc..) En todos estos casos, emerge con fuerza la necesidad de vincular el comportamiento económico informal a realidades socio-culturales de los hogares, redes sociales fundadas en la generación de confianza y conocimiento personal de los otros, lógicas de inclusión/exclusión asumidas por los miembros del hogar, etc.. En cualquier caso la informalidad, lejos de ser un fenómeno  transitorio de personas que ansían integrarse a la economía formal, es una realidad fundada en comportamiento y valoraciones socio-culturales que desafían continuamente una mirada económica convencional.

Los anteriores no son más que algunos ejemplos de la vigencia e importancia que está teniendo una visión social de la economía para comprender el funcionamiento de las sociedades y economías del continente. En mi trabajo me he conectado con cientistas sociales en México, Colombia, Argentina, República Dominicana entre otros crecientemente interesado en estos temas. El desafío por delante es mantener y ampliar estos contactos a través, por ejemplo, de iniciativas como las que se impulsan en este blog.

JO: Finalmente, ¿en que proyecto de investigación estás actualmente involucrado?

GW: Por último, mi investigación actual se relaciona con el impacto que está teniendo sobre las formas de integración y cohesión social urbana el desarrollo de la nueva sociedad de mercado en Chile. Las preguntas que nos estamos formulando tienen que ver con la disposición hacia el contacto con “otro” de condición social diferente en diversos ámbitos de la vida social urbana. (i.e. El barrio, la escuela, el trabajo, los espacios públicos de recreación). Esta investigación es parte de un esfuerzo colectivo que estamos desarrollando un grupo de investigadores del Instituto de Sociología del Pontificia Universidad Católica de Chile y el Instituto de Estudios Urbanos de esta misma universidad. Se puede acceder a nuestro proyecto y a sus integrantes a través de la página web: http://www.anillosintegracionycohesion.cl/. Mi interés en esta investigación es doble. Por una parte, analizar la disposición al contacto, aislamiento o individuación de los nuevos grupos medios en el marco de la difusión de los nuevos valores de mercado. Por la otra, analizar el impacto que están teniendo las nuevas formas de trabajo flexible en el vínculo de los trabajadores entre sí y con otros socialmente diferentes en el ámbito urbano. En este último caso, estamos enfrentando una paradoja interesante. En el marco del desarrollo de las nuevas formas de trabajo flexible, el espacio laboral está viendo erosionada su capacidad para generar vínculos estables con otros. Sin embargo, la contracara es que las personas de diferente condición social tienen una valoración ampliamente compartida del trabajo y del trabajador esforzado como alguien digno de respeto con el cual comparto un proyecto común de integración y movilidad social fundados en el trabajo. Si bien la desigualdad en las oportunidades de trabajo que brinda actualmente el mercado conspira en contra del potencial integrador del trabajo, éste adquiere una alta valoración como fundamento de cohesión social. Estas son sólo reflexiones preliminares que esperamos enriquecer con los datos que obtengamos hacia mediados fines de este año. El proyecto en cuestión debiese concluir el 2012 y esperamos presentar sus resultados en diversas instancias, tales como, la reunión de LASA del próximo año.

Santiago, 24 de abril, 2011

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