Los estudios más influyentes sobre los expertos se han ocupado extensamente del estudio de los economistas, paradigma de la expertise y foco del estudio de la relación entre el saber y la práctica política. Los economistas, sin embargo, constituyen sólo una fracción específica del complejo entramado de sujetos que intervienen en las organizaciones (tanto públicas como privadas) en los procesos de toma de decisión. En términos generales, los expertos se especializan en la creación, circulación y aplicación de saberes específicos (Centeno y Silva 1997). Lo que los caracteriza es su dominio sobre una determinada área de expertise, fundado en la capacidad técnica o profesional. Lo que los distingue es su habilidad para movilizar dispositivos técnicos y simbólicos que contribuyen a la definición legítima del conocimiento. Su intervención entonces no es sólo un proceso técnico sino que supone la construcción de la legitimidad de su discurso, de los instrumentos que moviliza y de ellos mismos como portadores de dichos saberes (Vommaro 2011). Junto a los economistas (quienes han acaparado la mayor atención), existe un universo de expertos que se desempeñan como asesores en organizaciones públicas y privadas. Muchos de estos expertos suelen formar parte de agencias o “consultoras” que conforman un mercado de múltiples posiciones. Su nivel de especialización, sus trayectorias, el tipo de clientes, las miradas que reproducen, su estilo (formal o informal), su origen (local o internacional), entre otros, son elementos de diferenciación dentro de ese mercado. Estos expertos, por lo general, no poseen necesariamente una ambición de intervención pública y éstas suelen ser parte del proceso de valorización de sus servicios. El saber que proveen representa una mercancía y las instancias de producción, circulación, y legitimación constituyen etapas de su proceso de valorización (Callon et. al 2002).
En parte por esta característica, se trata de sujetos menos visibles y menos accesibles, pero no por eso menos influyentes. De hecho, sus juicios constituyen una de las principales fuentes de estándares (de seguridad, procedimientos, calidad, eficiencia, etc.) y de los patrones que informan a los marcos interpretativos (Fischhoff 1983). Su influencia aumenta a medida que aumenta la complejidad organizacional: ésta significa mayor incertidumbre y el saber experto encarna la promesa de transformar esa incertidumbre en riesgo (es decir, hacerla calculable) generando la ilusión de la posibilidad de poder tomar decisiones absolutamente racionales (ver Clarke, 1999). En tanto miembros de comunidades epistémicas (Latour 1987) de alcance global, los saberes que reproducen tienen, a su vez, la función de reducir el desvío entre las diferentes interpretaciones posibles de un problema, en tanto las miradas construidas en cada área de expertise se derivan de supuestos, expectativas, y experiencias comunes a todos los miembros de la comunidad profesional (Vaughan 1996). Las teorías, las técnicas y los modos de intervención resultan así estandarizadas, favoreciendo la comoditización de sus servicios (Callon et. al 2002).
Lejos de su pretendida objetividad, sin embargo, la intervención del experto es eminentemente política tanto en los objetivos como en la forma que asume la transmisión del saber. Como los hechiceros del pasado, los ingenieros, economistas, y sociólogos que asumen el rol de expertos no sólo “informan” sino que también legitiman posiciones y decisiones tomadas por otros (Eden, 2004; Perrow 1999). El experto posee, a su vez, un interés específico: el de validar sus propios saberes para asegurar el vínculo con sus clientes y, en definitiva, la continuidad del negocio. Pero al mismo tiempo, sus intervenciones ocurren en un espacio organizacional atravesado por conflictos y disputas de intereses asociadas, entre otras cosas, a las diferencias personales entre miembros influyentes, la competencia por los puestos de mayor jerarquía y las diferencias “lógicas” entre las distintas áreas de la organización (como marketing y finanzas, producción y logística, etc.). En esas disputas lo que se pone en juego es la acumulación de poder y prestigio, la capacidad de control y las trayectorias profesionales de los miembros de la organización. En este espacio, la intervención experta nunca es completamente objetiva, ya que sus conocimientos suelen favorecer alguna posición sobre otra colocándolo como juez en las disputas.
Es por este motivo que el vínculo entre el cliente y el experto nunca es exclusivamente técnico. Por el contrario, las características de cada experto y/o agencia contratados por una organización determinada responden en muchas ocasiones a procesos de homologación que pueden obedecer a una cultura organizacional compartida, trayectorias profesionales coincidentes o experiencias personales similares. Este tipo de vínculos que exceden lo eminentemente técnico queda en evidencia en uno de los momentos cruciales de la interacción entre los expertos y los miembros de la organización: la presentación. La presentación es definida como una escena en que el experto presenta al cliente los resultados de su trabajo. Se trata de una instancia de prueba y legitimación del saber, de los propios expertos, y de los clientes (es decir, quienes directamente contrataron al experto) frente al resto de la organización. La definición de qué posición ocupa el cliente dentro de la organización y qué se le juega en esa instancia son datos clave tanto para la definición misma de la presentación como para la jerarquización de los saberes que se transmiten. Quién es el cliente, cuál es la demanda y quienes van a estar presentes son elementos que el experto tiene en cuenta al momento de presentar. “Hay escenas” sostiene Luis, un consultor de empresas con varias décadas de trayectoria, “que son verdaderamente complicadas. En esas escenas, si no entendés la escena política vas ciego, estás muerto…”. La capacidad de leer la escena constituye uno de los factores fundamentales en la legitimación del saber y la posición del experto. Una mala lectura, o desconocer quienes van a estar en la sala puede fácilmente “dejarte pagando”. Para poder “contar una buena historia”, hay que conocer el contexto político no sólo de la presentación puntual, sino también del conjunto de la organización. Entender la escena política supone entender el mapa de los intereses, los conflictos y lo que “se juega con ese proyecto”.
La presentación, como toda instancia de interacción dentro de las organizaciones, es esencialmente política. En esta instancia el conocimiento es puesto a prueba mientras se hace explícita la toma de posición del experto. Es por lo tanto una instancia de disputa entre el saber experto y el saber organizacional: es el momento en que el conocimiento técnico puede ser puesto en cuestión por el de aquellos que, por experiencia, saben del tema porque están en el negocio. En esta instancia, si bien la solidez y consistencia del conocimiento presentado importan, igualmente importante resulta la manera en que el experto hace su presentación: su performance, capacidad de oratoria y capital simbólico, así como las relaciones previamente establecidas con los miembros de la audiencia son todos factores que contribuyen a la credibilidad y la aceptación de sus posiciones. Por lo tanto, “una buena historia” no es necesariamente aquella que presenta la información más confiable, sino la que es presentada de manera atractiva, innovadora y mediante una performance cuidadosamente elegida. Paradojalmente, si la intervención experta tiene como fin la toma racional de decisiones, los criterios de validación de su conocimiento incluyen las habilidades políticas, el olfato y su carisma.
Aún cuando en general las escenas de la presentación reproducen una lógica similar, éstas varían según el contenido de aquello que se está presentando. El formato se reproduce en la puesta en común de diversos resultados, que van desde evaluaciones que sólo afectan a algunas áreas de la organización hasta conocimientos que, una vez materializados e incorporados, definen dramáticamente lo que la organización hace y deja de hacer (Çalışkan y Callon 2009). Un claro ejemplo de esto último es el Business Plan (BP), una guía para las acciones futuras con un poderoso efecto performativo sobre las prácticas de la organización. El establecimiento de un futuro imaginado como certeza acaba condicionado lo que hay que hacer y tienen efectos sobre la organización, sus miembros y sus prácticas. En su confección, los expertos aportan sus saberes para definir tanto los objetivos como los supuestos al mercado, los consumidores y el “mundo” en ese futuro. Su intervención cumple, dentro de la organización, una doble función. En primer lugar, cumple una función simbólica al aportar saberes especializados que reducen la incertidumbre al acotar las vías de acción posibles. En segundo lugar, sirven como reaseguro ante los superiores y los accionistas para quienes, como responsables de la toma de decisión, pueden trasladar parte de esa responsabilidad al (costoso) asesoramiento experto.
La conexión entre conocimiento y práctica constituye un tópico clásico de las ciencias sociales. Sin embargo, cuando se trata del estudio de los actores económicos de gran influencia esa conexión suele ser analizada como parte de procesos “macro” en los que se ponen en juego proyectos de sociedad e ideologías claramente definidas. A esos grandes procesos políticos, no obstante, subyacen otros procesos más pequeños, más cotidianos, pero no por eso menos significativos. Las notas precedentes, fruto de mis notas de campo de diversas observaciones sobre la toma de decisión en las empresas privadas, tienen como fin dar cuenta del modo complejo y sutil en que saber y acción se intersectan y solapan en el día a día de las organizaciones. En este ámbito, las instancias de legitimación del saber se producen en ciertas situaciones cruciales, pero estas no son limitadas, sino que se multiplican al punto que la validación de determinadas formas de conocimiento se convierte en rutina. Las dinámicas que se movilizan alrededor de las “pequeñas” decisiones permiten observar, a su vez, en qué medida los supuestos de racionalidad pregonados por la teoría económica constituyen un límite para la comprensión de los comportamientos, sino también en qué medida la distinción entre macro y micro constituye simplemente una estrategia analítica que da cuenta de las dos caras de la misma moneda. En este sentido, pensar desde la sociología en las organizaciones como unidad de análisis no significa estudiar las firmas. Significa buscar comprender los sentidos de las acciones de los actores organizacionales a partir de los saberes que movilizan y las relaciones que construyen.
Gastón Beltrán
Referencias
Çalışkan, Koray y Michel Callon. 2009. “Economization, part 1: shifting attention from the economy towards processes of economization”. Economy and Society, Volumen 38 N°3, pp. 369-398.
Callon, Michel; Méadel, Cécile y Vololona Rabeharisoa. 2002. “The economy of qualities”. Economy and Society, Volumen 31, N° 2, pp. 194-217.
Centeno Miguel y Patricio Silva. 1996. The Politics of Expertise: Technocratic Ascendancy in Latin America. Macmillan Press.
Clarke, Lee. 1999. Mission Improbable. Using fantasy documents to tame disaster. Chicago: The University of Chicago Press.
Eden, Lyn. 2004. The Whole World on Fire. Organizations, Knowledge, and Nuclear Weapons Devastation. Cornell University Press, Ithaca and London.
Fischhoff, Baruch. 1983. “Acceptable Risk: the case of nuclear power”. Journal of Policy Analysis and Management, Vol. 2, N°4, pp. 559-575.
Latour, Bruno. 1987. Science in Action. Cambridge: Harvard University Press.
Perrow, Charles. 1999 [1984]. Normal Accidents. Living with High Risk Technologies. Princeton: Princeton University Press.
Vaughan, Diane. 1996. The Challenger Launch Decision. Risky Technology, Culture and Deviance at NASA. Chicago y Londres: The University of Chicago Press.
Vommaro, Gabriel. 2011. “La pobreza en transición: el redescubrimento de la pobreza y el tratamiento estatal en los sectores populares en Argentina en los años ochenta”. Apuntes de Investigación, N° 19.
Comments
Hola Gastón, gracias por tu post…He sentido una fuerte resonancia con el trabajo que actualmente realizo en empresas que desarrollan tecnologia medica.
Una pregunta…Qué tipo de empresas y organizaciones te encuentras estudiando?
Hola Felipe, gracias por el comentario…es buena la pregunta. La primera reflexión que se me viene es la siguiente: en general en este tipo de trabajos uno termina tomando como unidades de análisis aquellas empresas donde consigue entrar, ya que no siempre es posible acceder a los sitios que uno quisiera. En mi caso, trabajé (y estoy trabajando) con 5 empresas con algunas características diferentes:
– dos empresas de retail (una cadena de farmacias y una cadena de vinotecas), donde estuve directamente vinculado con los dueños y la “mesa chica” de la organización. Ambas son empresas familiares.
– dos multinacionales del ramo de los alimentos y las bebidas. En el caso de ambas tuve vínculo con gerencias medias y estuve también presente en reuniones de directorio y en la toma de decisiones estratégicas (incluida la confección de BPs para la próxima década en una de ellas).
– una empresa siderúrgica argentina, de tipo multinacional pero con una lógica muy fuerte de empresa familiar. Esta última, que es la que más me interesa, es donde aún no pude pasar del nivel de los gerentes medios.
Evidentemente, y supongo que por ahí iba tu pregunta, en cada una de estas empresas es posible encontrar dinámicas decisorias diferentes y vínculos con el conocimiento también distintos. Son varios los factores que hacen a las diferencias: el carácter global/multinacional es uno, si es una empresa familiar o una conducida por un directorio “profesional”, el tipo de negocio, la “cultura organizacional” e incluso el modelo de negocio (la forma de gestionarlo) que definen quienes las dirigen.
No creo estar aún en condiciones de generalizar, pero estas son algunas cuestiones que he podido observar en mi trabajo de campo.
muy interesante lo que sugieres Gastón, encuentro particularmente importante la sugerencia que haces de “incrustar” la pregunta empírica sobre el impacto del conocimiento experto en situaciones a la Goffman y más generalmente en las características organizacionales. Igualmente interesante es la conexión entre performatividad de un tipo particular de conocimiento y la performance en el sentido más teatral, como lo que dices de la presentación. Una pregunta que me queda, y pensando en tu trabajo anterior y en algunas de las presentaciones de la conferencia en santiago del año pasado, ves diferencias importantes en el tipo de performance/performatividad según tipo de profesión?. Considerando que generalmente se habla de performatividad de la economía (y a veces de otros como marketing, management, etc.) pero no mucho de los sociólogos como “economists in the wild”. En otras palabras, la sociología hace economía de una forma diferente en la práctica?
Hola José. Gracias por los comentarios.
A ver, a mí justamente ese aspecto de la performance es lo que me parece super interesante para explorar. En ese tipo de situaciones (que además en la jerga se las suele denominar como “escenas”) muchas veces queda muy claro que quién se lleva los aplausos no es quién más sabe o quién más “serio” es, sino aquel que tiene mayores dotes actorales. Eso encierra para mí la paradoja de que al mismo tiempo que la profesionalización de los procesos decisorios y el peso performativo de la economía van de la mano de una supuesta racionalización, muchas veces el tipo de consejo que predomina es del que viene de quienes logran cautivar a las audiencias con su carisma.
Respecto a tu pregunta específica: no se si estaría en condiciones de hacer una tipología exhaustiva, pero sí creo que existen diferencias disciplinarias. Las diferencias tienen que ver, me parece, con el tipo de dato que cada disciplina construye. En ese sentido, la sociología, como la psicología y a veces la antropología, se ubican en un lugar más “soft” que la economía – y muchísimo más soft que la ingeniería o los sistemas. Eso supone que la performance suele ser también distinta, algo más relajada. En ese sentido, me da la sensación de que cada disciplina cuenta con sus estrategias que tienen que ver con la forma particular en que sus saberes se valorizan dentro de las organizaciones. Otra diferencia de la sociología con la economía es que ante un economista las audiencias saben por lo general qué esperar, mientras que los saberes de los sociólogos se encuentran mucho menos delimitados. Por eso es muy común escuchar a ejecutivos que dicen que “contar con sociólogos es imprescindible” aunque después les cueste precisar el aporte específico. Con todo, en determinados ámbitos como los recursos humanos, las cuestiones de liderazgo, cultura organizacional, comunicación e incluso en la decisión de líneas de producción la sociología tiene una influencia enorme sobre las decisiones y las prácticas en las organizaciones.
En el última conferencia en la que he escuchado a Fabian Muniesa (2010), el comentaba la importancia de entender el sentido teatral del concepto de performatividad. Es allí donde se podría realizar el cruce con el centro del analisis de Goffman en donde se ve la relación entre perfomance y el escenario en dicha representación.
Esto se une a lo que últimamente Callon viene diciendo (desde ‘What does it mean to say that economics is performative?’, in How Economists Make Markets) respecto del concepto de performation y co-performation. Esto es aun más claro en la entrevista que se puede ver aquí:
(http://hal-ensmp.archives-ouvertes.fr/docs/00/46/08/77/PDF/Callon-_Libellio2009.pdf)
“…performation. This term underscores the fact that there are no effects of knowledge without well-designed interventions, and that it is these interventions, with the events that they produce and that they enable us to describe, which are at the origin of the production of facts. I moreover recently added that this activity of performation is always caught up in collective activities which don’t mobilize only professional economists. That’s why I spoke of coperformation” (p 19)
Estas intervenciones (para mí) tienen una veta de perfomance teatral. Eso es lo que he venido observando en las presentaciones que los ejecutivos y técnicos realizan para enrolar al NHS, a fondos de capital de riesgo, al estado y los premios y apoyos que este otorga a empresas nescientes, etc.
Además, la literatura actual de performatividad en aéreas como el marketing y la creación de nuevas empresas, ha puesto la mirada en el business plan y en otros “market devices” (Muniesa et all, 2007; Doganova, 2010). Es claro que existe allí una veta interesantísima para analizar como esas prácticas construyen el futuro en el presente.
En la misma entrevista, Callon agrega que:
“But they are not the only ones to be engaged in this elaboration (economists); one has to add all those who work in academic disciplines related to economics, like management science, and all those who are in the field – computer scientists, market professionals, social movements etc. – who develop increasingly formalized, systematic and abstract knowledge and competencies, as well as technical devices, and who give the economy its identity and robustness. I have proposed the notion of economics at large to denote this vast and heterogeneous population engaged in reflection, conceptual elaboration, and socio-technical design of the economy in all its forms” (p 20)
Por lo tanto creo que la observación que realiza Jose se encuentra en el corazón de lo expresado por Callon y podríamos pensar que el sociólogo es parte también de otros que también se encuentran en el campo de trabajo como los “social movements etc.” De allí la relevancia de la pregunta que realiza Jose respecto de las posibles distinciones que puedan realizar otros cientistas sociales al performar la economía (y porque no sus propios campos de estudio??)
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Muy interestante el post Gastón, gracias. Tu descripción del funcionamiento de las consultoras y el saber experto me hace mucho sentido con la propia experiencia que tuve en el rubro hace unos años en Chile. Comparto que la intervención de saber es política y no sólo técnica, que el valor de entender el contexto y las relaciones de poder de la organización es crucial y que la consultaría se juega en la puesta en escena de la presentación – en la capacidad de instalar interpretaciones. Y comparto tu impresión de que el estudio de este campo permite problematizar como la toma de decisiones de las empresas dista de la racionalidad pregonada por la teoría económica.
Ahora, mi pregunta es sobre el nivel de impacto que tienen las consultoras en las empresas y ejecutivos. En que medida piensas que las consultoras transforman la manera de actuar y pensar de ejecutivos y organizaciones?
Por un lado, aquellas consultoras que realizan re-estructuraciones organizacionales ciertamente impactan las empresas: despiden gente, desarman gerencias y cambian las estructuras. El contra-argumento es que muchas de estas consultarías son utilizadas por las propias administraciones para implementar cambios duros y justificar sus decisiones, responsabilizando a consultores externos.
Luego, estan aquellas consultoras que entregan servicios a las empresas – de comunicaciones, plan de negocios, marketing o contratación de personal. En que medida influencian a las empresas? Desde el lado de los consultores, estos tienden a pensar que tienen gran impacto en el rumbo de las empresas consultadas. Influyen en el diagnostico, en los discursos de los ejecutivos y en la implementación de programas de negocios, planes de comunicación, campañas de marketing o relaciones con la comunidad, dependiendo la consultaría. Esto claramente tiene impacto.
Pero me queda la duda sobre la capacidad de las consultoras de generar un cambio en la forma de pensar de los ejecutivos. Por más que la mirada de un consultor (pensemos un antropólogo o sociólogo) afecte la de un manager (estoy pensando en el perfil ingeniero del manager chileno), en última instancia, las consultoras terminan siendo afines a los intereses de las empresas, y no hacia el otro lado. Las consultoras entregan servicios a las empresas, con las que estas pueden (o no) cambiar levemente su actuar, pero principalmente entregan sus recursos intelectuales al despliegue de las organizaciones (y sus objetivos).
Me parce interesante de explorar el lugar de influencia entre empresa y consultora. En que medida la consultora influye a la empresa, como las empresas también influyen a las consultoras. Mi impresión es que consultor y ejecutivo tienen a desarrollar una relación simbiótica.
Saludos, Tomas
Hola Tomás, cómo estás?
Estoy totalmente de acuerdo con tus comentarios. Yo creo que el efecto de la consultoría (y si, acá habría que hacer una diferenciación muy fina según tipo de consultorías) es bastante más indirecto de lo que muchos consultores proponen. Los límites pienso que tienen que ver con algo que yo marco en el post y vos resaltás en el comentario: la relación política entre el consultor y el cliente hace que desde el lado del consultor se busque por lo general tomar posiciones que homologuen (o reafirmen) las posiciones previas de algunos de los líderes de la organización. En este sentido, la capacidad de lectura de la situación del experto se traduce en posiciones que no generen fricciones dentro de la organización (o, si las producen, que sean fricciones con un fin político específico). En general lo que se suele decir es: “contratamos a un consultor para que nos diga las cosas como son, sin guardarse nada”; sin embargo, en ese “contar todo” suele haber procesos selectivos muy cuidados para evitar los conflictos.
En este sentido, la influencia de las consultoras está mediada por la forma final que asumen los “saberes” que transmiten. Así y todo, yo creo que hay impactos de la consultoría quizás más sutiles pero no por eso menos importantes. Uno tiene que ver con la propia dinámica decisoria dentro del sistema de la organización: la presencia permanente de asesores externos resignifica el papel de los gerentes como decididores. Por otro lado, al menos en cierto tipo de consultoría, la existencia de este tipo de relaciones ayuda a reproducir la creencia en la posibilidad de tener control sobre ciertas variables y reducir la incertidumbre: se mezclan ahí la fe en el conocimiento técnico y la creencia en que si ciertos saberes cuestan caros, deberían ser efectivos.
En este sentido, no creo que los consultores tomados individualmente efectivamente cambien la manera de pensar de los ejecutivos (aunque puede suceder en algunos casos y tengo algunos ejemplos en mis anotaciones). En todo caso, me parece que lo que habría que explorar es el impacto que la relación (yo también creo que simbiótica) entre ejecutivos y expertos tiene sobre los procesos de toma de decisión, no necesariamente como resultado de la capacidad de convencimiento de los segundos sobre los primeros sino más bien como expresión de lo que cada uno pone en juego en esa relación.
Fantástico. Comparto plenamente respecto del logro del acceso!
En mi caso, deseaba ciertas condiciones de similitud en las dos empresas en donde me encuentro realizando el trabajo de campo. Esto exigió un poco de tiempo extra para lograr el acceso.
Me gustaría mucho leer más sobre tu trabajo en el futuro!
La cuestión del acceso a sitios de las organizaciones donde verdaderamente se toman decisiones ha sido, al menos para mí, bien complicado. En parte por eso me cuestan un poco las generalizaciones a partir de los casos que pude observar (y por eso mismo me resultan super interesantes las charlas que estamos teniendo acá!).
Tengo un artículo que está por salir publicado sobre toma de decisión y error en las organizaciones. De hecho, el post es una adaptación de un fragmento de ese artículo. Si te interesa te lo puedo mandar.
Si, me interesa. Mi email es jfe3@le.ac.uk
Es cierto, es dificil, sobre todo en organizaciones/empresas grandes donde existen complejidad en niveles de decision.
Las empresas que estudio son mas bien pequenas, por lo que me topo con procesos de deciones casi todo el tiempo.
Hola Gastón,
super interesante tu post, sobre todo en la idea original de meterte a analizar las interacciones entre consultores y niveles gerenciales y de dirección e iluminar desde allí los procesos de decisión al interior de las organizaciones. En ese sentido, comparto con los demás que la “escena” de las presentaciones es un terreno más que fértil para el análisis de la dimensión performática de la economía (y de otras disciplinas en este caso también).
Creo además que la investigación hace algo que es todavía muy raro en la sociología económica argentina (y quizás no solo en ella), que es comenzar a hacer de las firmas un objeto de estudio para la sociología (por más que tu interés no sea elaborar un estudio de la firma en sí, como señalás al final del post). De alguna manera, hacer que dejen de ser esa suerte de “caja negra” que constituyeron durante mucho tiempo.
No sé si el artículo que publicaste hace poco va por ese lado, pero si es así me interesaría mucho para incorporarlo al programa del curso de Sociología para futuros economistas que dicto en la UNGS, que se cierra con un panorama de distintas investigaciones sociológicas (y antropológicas) contemporáneas, argentinas y latinoamericanas, sobre fenómenos económicos.
Hola Mariana, como andás?
Efectivamente lo que a mí me interesa indagar en esa caja negra de la que hablás. La aclaración que yo hago respecto a las “firmas” tiene que ver con una demarcación disciplinar. Mi trabajo se ubica a mitad de camino entre la sociología económica y la sociología de las organizaciones. En esta última, tanto tanto la rama institucional de la economía como la escuela de negocios tienen una mirada ultra micro de las organizaciones vinculada a problemas de funcionalidad, eficiencia, etc. La sociología de las organizaciones es bastante diferente y en el cruce que yo hago me alejo aún más de esas miradas. A mí lo que me interesan son las relaciones que se pueden analizar a partir de la organización, y sobre todo la forma en que se vinculan el “adentro” y el “afuera”. En otras palabras: mi interés va por el lado que vos planteás…la aclaración del final posiblemente queda confusa o no tenga mucho sentido fuera de una discusión que no planteo ahí, pero siempre intento diferenciarme porque sobre todo en Argentina es fácil el encasillamiento cuando se habla de “organizaciones”.
En el artículo que publiqué lo que analizo es el aspecto no racional de la toma de decisiones en las organizaciones. El objetivo, en el fondo, es entender porqué los empresarios toman decisiones políticas (como apoyar la apertura económica en los 1990s) contrarias a sus intereses y el intento es responder a este problema desde una perspectiva organizacional. Te lo paso y en todo caso fijate si te sirve para el curso.
Saludos!
¿Tienes por ahí el link y la referencia del artículo que mencionas Gastón?
Esta en prensa saliendo en estos días así que todavía no está disponible…te lo mando ahora por e-mail.
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