Los actuales procesos de crisis en Grecia, España, Portugal e Irlanda vuelven a llamar la atención, como antes había sucedido con la crisis de 2008 en Estados Unidos y, más cerca nuestro, con la crisis argentina de 2001, sobre el rol de las finanzas en el capitalismo contemporáneo y, en particular, sobre la relación entre Estado y sistema bancario. Las discusiones actuales sobre los salvatajes a los bancos europeos y sus costos sociales y políticos dan cuenta de ello.
Por otro lado, masivas movilizaciones en los países más golpeados por la crisis suelen elegir a los bancos como blancos privilegiados de la protesta, colocando en el centro de la escena la relación de las instituciones financieras con sus clientes y el peso cada vez mayor que las mismas han ido ganando en la vida cotidiana de sectores cada vez más importantes de la población mundial (algo a lo que las ciencias sociales suelen aludir como la creciente “financiarización de las relaciones sociales”).
Sin embargo, pese a que todo parece indicar que se trata de una coyuntura especialmente propicia para la discusión pública sobre las características que ha asumido el proceso de financiarización, sobre los roles actuales de las instituciones bancarias y sus transformaciones posibles y, esencialmente, sobre el impacto de la financiarización en la generación, reproducción y –acaso- reducción de las desigualdades sociales, esa discusión no ha tenido lugar hasta ahora.
Desde luego, la situación no es la misma en todas partes. Los académicos de Europa y Estados Unidos han demostrado un interés por estos problemas mucho mayor que el que se observa en América Latina (el relato posteado por Ariel Wilkis esta misma semana sobre la 14th Berlin Roundtables on “Financiarization and Everyday Life”, es una muestra de ello). Sin embargo, en uno y otro lado, se trata de investigaciones que difícilmente logran atravesar los muros universitarios. El debate político sobre el rol de las finanzas en la vida cotidiana sigue aún pendiente.
Sin dudas, estamos ante una serie de problemas sobre los que los estudios sociales de la economía tienen mucho para aportar, tanto a partir de investigaciones que se interroguen específicamente sobre algunos puntos claves (entre otros, el mapeo del complejo mundo de los servicios financieros ofrecidos a los hogares en las sociedades contemporáneas, las interacciones de entre agentes y clientes en el interior de las instituciones financieras, las representaciones sociales del crédito y de la deuda, las situaciones de sobreendeudamiento y el rol de los bancos como “servicio público”) como también desde la intervención pública.
Porque de hecho, ¿sabemos qué es lo que atacan los manifestantes de Grecia o España -o en su momento Argentina- cuando atacan a los bancos? ¿Se trata efectivamente de un cuestionamiento abierto del rol de los bancos en la crisis, como se deduce a veces de la crónica periodística y militante? ¿Hasta qué punto estos ataques ponen en cuestión el impacto de las finanzas en la vida cotidiana de individuos y familias? ¿Y cómo se articula la impugnación de las instituciones financieras con la de los gobiernos y funcionarios públicos (y también, ¿cómo son percibidos los vínculos entre ellos?)?
El abanico de interrogantes es amplio y permanece abierto. Pero sobre todo, exige respuestas complejas, capaces de combinar enfoques micro y macrosociológicos, de prestar atención simultáneamente a distintas escalas y de adoptar una mirada comparativa, que subraye las particularidades nacionales al tiempo que identifique las continuidades existentes entre distintas situaciones de crisis.
Comments
Es fascinante lo que propones Mariana. Mi impresión es que de hecho uno de los aspectos que hacen las finanzas tan importantes es que conectan experiencias intimas con la economía global, no es un sentido metafórico, sino que totalmente práctico, pero no siempre difícil de seguir. Por ejemplo, los créditos de consumo que estudio por estos días son al mismo tiempo una experiencia central de personas en tiendas, como también en la organización del tiempo de los presupuestos familiares. Pero estos créditos existen porque es posible conectar el riesgo de poblaciones más amplias y de esta forma hacer un negocio basado en la masividad de las transacciones (y no en el interés de cada prestamo como en el negocio bancario tradicional). Lo que al mismo tiempo puede conectarse con las “altas finanzas” vía construcción de bonos como forma de financiamiento del ciclo de la deuda. Y, tal como hemos aprendido estos días en Chile, además las empresas del retail son uno de los principales destinos de las inversiones de los Fondos de Pensiones, conectando el consumo extrañamente con las jubilaciones. Seguir y hacer sentido de todo esto como muy bien dices no necesita de un micro o macro sociólogo, sino que un interés por seguir al crédito.
Puede ser, aunque acá solo estoy especulando, que hacer este tipo de esfuerzos descriptivos nos ayuden a entender algo más de estas reacciones contra los bancos. Sin embargo, se que tu sabes muchísimo más que yo sobre este tipo de conflictos. ¿qué tipo de preguntas o que seguirías tú para entender qué es lo que pasa cuando los ciudadanos giran su rabia a las instituciones financieras?