A propósito de las crecientes movilizaciones de protesta de la ciudadanía chilena, Martín Tironi y Juan Hermosilla destacan la emergencia de ‘nuevos expertos’ en la esfera pública local, que intentando explicar el malestar, han generado una suerte de nueva ‘sociología de la participación ciudadana’. Tres serían los argumentos más frecuentes entre estos expertos: los de corte ‘sociológico’, en que las protestas serían la expresión de nuevas demandas propias de una sociedad post-material; los ‘económicos’, en que las movilizaciones responderían a una crisis de un modelo neoliberal marcado por el lucro y las desigualdades; y los ‘políticos’, que explicarían el reclamo ciudadano por la pérdida de legitimidad de un sistema electoral poco representativo (binominal), un Estado con baja cobertura social y un gobierno asociado con los intereses empresariales. La crítica de Tironi y Hermosilla es que esta emergente ‘sociología de la participación ciudadana’ intenta explicar las movilizaciones desde factores externos, antes que estudiarla desde dentro. Su invitación es a observar como actúan los movimientos de protesta desde su práctica, es decir, cómo funcionan las tecnologías de participación de las redes sociales y el tipo de política ‘contra-experta’ que producen. Se podría decir que este enfoque ‘tecnológico’ ha sido un cuarto argumento. Como plantea Engel, por ejemplo, las nuevas tecnologías facilitan la coordinación de grupos ciudadanos para protestar, y dificultan la capacidad de represión.
Sin desconocer el rol de las tecnologías de participación, aquí me interesa reparar sobre los marcos interpretativos que esta ‘sociología de la participación ciudadana’ ha usado para entender los movimientos estudiantiles, de minorías sexuales, demandas ecológicas o regionalistas. Las explicaciones ‘sociológicas’, ‘económicas’, ‘políticas’ y ‘tecnológicas’ para explicar porque el malestar social pudo ser contenido durante dos décadas, y ahora se manifiesta a caudales, tienden a compartir un supuesto común: que el modelo chileno estaría estabilizado. Para unos socialmente naturalizado, para otros institucionalmente amarrado. Es decir, que correría poco riesgo de desarticularse. Llama la atención que estos marcos interpretativos utilizan poco la literatura sobre protesta social, violencia colectiva y políticas de conflicto – ‘contentious politics’, como la que han desarrollado Tilly (2003, 2004), McAdam et al 2001, y otros. Pareciera que el relato de la transición y la consolidación de la democracia pospusieron el lenguaje de la lucha de clases y las lecturas confrontacionales en la intelectualidad local – al igual como hizo la tercera vía en Inglaterra. Como analizan Ariztía y Bernasconi (borrador), las ciencias sociales chilenas durante la transición aspiraron a modelar el debate público, interpretar el cambio social, y guiar la modernización chilena. En ese esfuerzo, el estudio de los movimientos sociales quedó en un lugar secundario, con notables excepciones como Salazar, Bengoa o Hopenhayn. La narrativa de la transición, de una u otra manera, le bajó el perfil al conflicto social. Hasta que hace poco, como nota Guell (2009) ese relato quedó obsoleto. Ahora que explotaron los conflictos sociales, pareciera que contamos con menos herramientas para explicar la naturaleza y dinámica de los movimientos sociales.
A diferencia del caso chileno, de la mano de las reacciones contra el neoliberalismo en la región – e.g. Argentina, Bolivia, Ecuador y Venezuela, la literatura sobre desobediencia, movimientos sociales y post-neoliberalismo floreció en la última década (Burdick et al 2009; Villalón 2007; Svampa 2008, 2010; Macdonald et al 2009; Panizza 2009). A la base de muchas de estas lecturas está el marco interpretativo de Polanyi, y la emergencia de las políticas de conflicto (McAdam et al 2001). Para Polanyi, la actividad y los fenómenos económicos están intrínsecamente inmersos en relaciones sociales. El intento del liberalismo por establecer una sociedad de mercado – que transforma las relaciones sociales en mercancías – trae como contra-reacción la defensa de la sociedad, que responde con movimientos sociales y de protesta. Este ‘doble movimiento’ tendría una dinámica dialéctica entre el avance del mercado, y la reacción de la sociedad reclamando protección y regulación política. Es decir, el movimiento estudiantil, el de subcontratistas del cobre y nuevos movimientos sindicales, los regionalistas de Magallanes y Coyhaique, o los ambientales como en Barrancones e HydroAysen, serían la respuesta esperada frente a la amenaza del mercado.
Aplicando justamente el marco interpretativo de Polanyi, Eduardo Silva (2009) indaga por qué la expansión del neoliberalismo fue rechazada en Venezuela, Bolivia, Ecuador o Argentina en la última década, pero no en Chile o Perú. Silva sostiene que el intento de subordinar la política y el bienestar social a la economía de mercado provoca reacciones anti-neoliberales, pero estas reacciones de defensa se transforman en acciones efectivas de política colectiva (McAdam et al 2001) cuando se dan al menos tres condiciones: 1) espacio político para el consenso entre grupos afligidos por el avance del mercado, 2) vínculos horizontales entre nuevos y tradicionales movimientos sociales, y 3) demandas orientadas hacia reformas. Estas condiciones se habrían dado en Argentina, Venezuela o Bolivia, pero no así en Chile o Perú. Según Silva, en Chile la Concertación fue efectiva en desmovilizar a los sectores populares y sindicatos en función de la gobernabilidad, y en temperar el modelo neoliberal con políticas regulatorias de protección social. Los sindicatos, además, muy debilitados durante la dictadura, fueron incapaces de organizar una resistencia firme contra la profundización del neoliberalismo. Tomando los criterios de análisis de Silva para observar el movimiento estudiantil de 2011, por ejemplo, es interesante constatar que la capacidad de movilización de los estudiantes se potenció justamente en la medida que generaron vínculos horizontales con otros grupos postergados en el mercado, como sindicatos y profesores. Aunque la prensa insistió en el liderazgo de los dirigentes estudiantiles Camila Vallejos y Giorgio Jackson, o su ‘capital erótico’ (Hakim 2010), el espacio asociativo y político para la organización del descontento fue clave para el fortalecimiento de los estudiantes.
En una entrevista en este mismo blog, Streeck comentaba que la sociología que supone que las sociedades son auto-estabilizadas no es una buena sociología. Ahí también comentaba que la disciplina sociológica está marcada por el contexto en que ésta se desarrolla. Polanyi no vivió en California, decía Streeck, sino en la Europa de primera mitad del siglo XX, y fue testigo de cómo la extensión de los mercados desregulados socavaron las estructuras sociales, y cómo algunas sociedades trataron de reconstruir esas estructuras para mantener los mercados de producción. Haciendo un paralelo sobre el contexto, el discurso y las políticas de globalización dominantes en Chile en los últimos veinte años nos obnubilaron con la idea de la sociedad estabilizada. Ahora que el conflicto se manifiesta, probablemente vuelva a cobrar protagonismo una sociología que asume los conflictos y las dialécticas como condiciones sociales inherentes. Las reacciones de nuestros vecinos y la literatura sobre post-neoliberalismo son buenos puntos de partida.
Comments
Muy interesante Tomás!, y bienvenido sea Polanyi (así como Gramsci) en los marcos analíticos de la sociología chilena. Desde Polanyi y Peter Evans hay que preguntarse qué coaliciones sociales están emergiendo del contramovimiento que se ha venido produciendo desde el 2006 y que tuvo su nivel de mayor articulación el año pasado. Y, luego, que agenda política es capaz de interpretar y articular dicha demanda. En Europa en los 30′ fueron los fascismos y gobiernos corporativistas; luego sería la Social Democracia que generaría una alternativa a las sociedades liberales de mercado. En nuestra región, se podría argumentar que fue el kirchnerismo en Argentina tras la crisis y el default del 2001.
La misma pregunta se están haciendo muchos en otros contextos regionales (Grecia, Irlanda, Nor-Africa), con las mismas dudas, probablemente las mismas de Polanyi al publicar la Gran Transformación.
Gracias Stefano. Comparto que la pregunta por las coaliciones sociales que seguirán surgiendo del contra-movimiento en Chile, y que agenda política será capaz de articular y canalizar esa demanda es el aspecto más incierto – especialmente por el desplome de la credibilidad de la clase política. El Kirchnerismo fue la respuesta en Argentina, como Morales en Bolivia, Chávez en Venezuela y Correa en Ecuador. A pesar del descrédito actual de la clase política, me cuesta imaginar en Chile la consolidación de un movimiento fuerte. Hay que ver también si la Concertacion tiene capacidad de reinventarse y recoger ese malestar. Hasta ahora, claramente no.
Muy de acuerdo con hacer una sociología de las diferentes interpretaciones de la crisis y movimientos sociales, lo poco útil de asumir sociedades en equilibro y la importancia de Polanyi en muchos asuntos. No me parece convincente sin embargo la idea de salir de una noción de “equilibrio” a otra que asume algo así como un pendulo entre mercados autoregulados y regulación social. De todas formas, se ve muy interesante la literatura que mencionas sobre post-neoliberalismo!
Hola José, tratando de interpretar la necesidad de Polanyi, no me parece que se trate de cambiar el equilibrio por el péndulo; más bien, siguiendo la interpretación de Streeck (ver la entrevista de Stefano), me parece que es una invitación a poner el acento en la existencia de una suerte de principio de autoconservación observable en las reacciones a la utopía liberal, que llama identificar la manera como este se articula y logra -sólo en algunas ocasiones, y de manera muy inestable- generar instituciones que permiten contener sus efectos destructivos. Saludos!
Hola Aldo. De acuerdo. Aunque sigo encontrando que a veces cuando se usa a Polanyi en estos contextos se tiende a asimilar neo-liberalismo con mercados. Siendo que si hay algo que ha hecho la sociología económica – y el mismo Polanyi – es mostrar que los mercados si bien no tienen porque autorregularse, son formaciones sociales, como un estado o una religión, y que, por ende, no basta con estudiar las reacciones a la lógica del mercado, sino que es necesario estudiar los mercados prácticos, incluidos los que han sido creados como parte de proyectos políticos neo-liberales. si no, nadie lo hará. Más saludos!
José comprendo la idea, y comparto la distinción. Hay ahí, creo, dos lecturas que hacen referencia a dos trabajos distintos de Polanyi, que a mi juicio tienen objetos de estudio distintos y también niveles de análisis diversos. Pero existe una conexión entre ellos; una sociedad que organiza sus relaciones sociales crecientemente a partir de mercados, tiende a acercarse a una “sociedad de mercado” y las consecuencias políticas de ello no pueden eludirse … Saludos de vuelta!
Me parece una de las discusiones más interesantes, sobre cómo integrar el conocimiento del funcionamiento, lógicas y mecanismos interno de los mercados que provee la “nueva sociología económica” no sólo con niveles macro-históricos de análisis, sino también con teorías generales de la sociedad. Si los mercados se expanden como principios organizativos, de coordinación o regulación social (como quiera llamárselos) y las sociedades tienden a “asemejarse a los mercados”, me pregunto qué teoría social o sociológica tiene hoy poder explicativo frente a estos fenómenos ¿sirve a estos efectos una teoría que analiza las sociedades como tendiendo a una organización con-céntrica de sus distintas esferas? creo que hay que explorarlo más a fondo, especialmente en el caso de la economía. El institucionalismo histórico me parece en buen pie para este tipo de reflexión. Si la agenda de la sociología económica no ha de restringirse a debatir con los economistas, esta debería ser una reflexión necesaria para sustentar su programa de investigación. Saludos!
Quizás yo iría un poco más lento. antes de preguntar sobre principio de organización social (concéntrico, con muchos centros o como sea), creo que falta entender mejor que es lo que se estaría extendiendo con el neo-liberalismo. Generalmente, para los que han diseñado las políticas neoliberales, los mercados pueden entenderse como un principio de coordinación abstracto que funciona siempre de modo relativamente similar y. mejor aun, eficientemente. Hoy, luego de 30 años de “experiencia”, vemos que en cada una de las reformas los economistas se parten la cabeza tratando de entender porque cada caso de “mercado” creado como política pública no funciona como debería funcionar, transformándose cada caso casi en una sub-disciplina propia (economía de la educación, de la salud, del medio ambiente, etc.). Esto es porque efectivamente los mercados no son un solo un principio de coordinación o regulación que puede ser comparado con otros, sino que también arreglos que tienen que ser logrados o producidos de modo único y práctico, con un sin fin de actores, que generalmente ninguna disciplina se preocupa mucho de seguir. Esto no significa que los mercados funcionen igual que una misa o un partido político. Es importante e interesante compararlos. Pero no desde afuera, como si los mercados no fueran sociales. Si no, los perdemos.
Buen post Tomás! Comparto la necesidad de integrar además un marco interpretativo con perspectiva histórica del tipo “Polanyi”. La idea del “doble movimiento” describe con mucha claridad las contradicciones entre capitalismo y democracia, que como el propio Streeck señala, pueden entenderse como la conflictiva relación entre mercados que demandan por flexibilidad y una población (ciudadanía?) que reclama a la clase política (preocupada por el voto) por satisfacer sus expectativas de estabilidad . Bajo este paraguas caben perfectamente tanto las explicaciones de la sociedad “post-materialista”, la crisis del modelo neo-liberal y la crisis de legitimidad del sistema político, sin compartir necesariamente una noción de equilibrio. La gracia de Polanyi es que nos plantea una sociedad sumamente dinámica, sin perjuicio de invocar una teleología del tipo “contradicciones inherentes del capitalismo”. La existencia de contradicciones entre distintos principios de regulación social (instituciones eficientes vs normativas, por ejemplo) han sido tendencias empíricamente verificables en la historia de los “capitalismos democráticos” desde la segunda guerra (como dice Stefano); ese fue el visionario aporte de Polanyi. Sin embargo, si no puede explicar cómo esas contradicciones toman forma en distintos periodos, contextos, cadenas de actores, formas emergentes de coordinación, etc., peligra quedar entrampada en una suerte de “filosofía de la historia” . El enfoque “tecnológico” en este sentido abre el espacio a estudiar las transformaciones en proceso y entregar luces sobre cómo se llevan a cabo y hacia donde se dirigen. La pregunta, me parece, va también en el sentido de como articular y poner en diálogo estos tipos de sociologías o aproximaciones, “macro-social histórica” y “meso (micro)-social contingente”, por ponerlo de alguna forma. Dicotomía que por lo demás no tiene mucho que ver con la tradicional estructura/agencia.
Finalmente, y siguiendo la lógica propuesta por Stefano, quería agregar que para el tipo de aproximación que propones la interpretación de Colin Crouch me parece interesante para enmarcar el caso chileno, quién se pregunta por cómo los países que han transitado a paso firme por el neo-liberalismo desde los 80´han logrado resolver en mayor o menos medida el recogimiento del estado de bienestar de orientación keynesiana y la introducción de incertidumbre propia de una economía de mercado. La respuesta es básicamente el establecimiento de una “política no-reconocida”, el “keynesianismo privado”, caracterizada por la existencia de innovaciones financieras que han expandido el acceso a crédito de las familias e impulsado así el consumo de los hogares (dda agregada) a través de la deuda (eso daría estabilidad al capital). Esto habría calmado las expectativas de la ciudadanía por estabilidad en sus vidas frente a salarios estagnados, futuros inciertos y una red de protección que se desmanteló. Sin embargo, como el propio Crouch reconoce, es cuestión de tiempo para que esta “política” estalle en la cara a los gobiernos y haga crisis. Eso suena familiar.
Gracias Felipe. Creo que pones una buena pregunta: como este contra-movimiento afecta la relación entre capitalismo y democracia. No conozco la producción de Crouch, pero ese keynesianismo privatizado se parece mucho la integración vía créditos de consumo de la Concertación. Y como estamos viendo, Crouch parece estar en lo cierto…
Felipe, a ¿con que países asocia Crouch la política que mencionas? (quizás uno podría pensar que además de intentos explícitos de inclusión vía crédito, como los prestamos hipotecarios e educacionales en EEUU y luego en lugares como Chile, la política más importante en esta dirección es el control de la inflación…); ¿en que texto? (suena interesante!)
Hola José, los países son básicamente UK y USA, aunque por el tipo de argumento es extensible a los países de orientación neo-liberal, cuyas políticas económicas están orientadas principalmente control de la inflación y el manejo de la tasa de interés. El criterio subyacente a esta “política no reconocida” ha sido la bien conocida “life cycle-permanent income hypothesis”, según la cual el precio del crédito afecta su demanda, el balance de las finanzas del hogar se equilibra con el aumento en el precio de los activos (hipotecas principalmente) y que el incremento de la deuda a través de activos incrementará el bienestar de los hogares en el largo plazo. Básicamente entendiendo que la deuda es una inversión. Crouch desarrolla esta idea en un artículo del 2009 (Privatised Keynesianism: An Unacknowledged Policy Regime) y también en el libro del 2010 (The Strange Non-Death of Neo-Liberalism). Saludos!
En esta misma línea están los estudios que observan que desde los años ochenta en adelante en países como Estados Unidos, “la casa propia” y el flujo de ingresos que se genera mediante la hipoteca, operó como sustituto del estado de bienestar. Ver los trabajos de Herman Schwartz (no tengo la referencia exacta)
Hola Tomás.
Muy interesante tu post, me gustó mucho la lectura más política que haces de Polanyi, y no conocía la literatura sobre post-neoliberalismo.
Un comentario:
Comparto tu hipótesis de que estamos algo huérfanos de herramientas para analizar dinámica de los movimientos sociales actuales, por la instalación de un relato intelectual obsesionado con la cohesión e integración. Creo que una razón de ello es que durante mucho tiempo el debate intelectual estuvo estancado en un dualismo: por un lado los llamados intelectuales “autoflagelantes” (Moulian, Garreton, etc..) que siempre criticaron esa obsesión por la estabilización; y por otro lado los “autocomplacientes” (Brunner, E Tironi, etc..) que representaron esa obnubilación por la sociedad estable. Y durante la mayor parte del tiempo fueron los segundos lo que ganaron la batalla interpretativa, con una sociedad de mercado que proliferaba por todos lados.
Este escenario dualista a mi juicio cambio. Mi impresión es que ahora no es necesario una “sociología del conflicto social” u otro mega “relato” que venga a sustituir el ideario de la sociedad estabilizada; por la simple razón que los indignados chilenos y los movimientos sociales ya la pusieron en la práctica (con Vallejos a la cabeza) y con mucho mejores resultados que los autoflagelantes. No es necesaria que una nueva sociología que venga a mostrar que los conflictos sociales existen, porque los movimientos sociales lo están haciendo. Y tal vez lo que falta es una sociología un poco menos obsesionada con los grandes relatos y preocuparse ahora de estudiar más seriamente lo que estos movimientos están haciendo.
Saludos
Hola Tomás.
Muy interesante tu post! me gustó mucho la lectura más política que haces de Polanyi, y muy interesante tb la literatura sobre post-neoliberalismo.
Un comentario:
Comparto tu hipótesis de que estamos algo huérfanos de herramientas para analizar dinámica de los movimientos sociales actuales, por la instalación de un relato intelectual obsesionado con la cohesión e integración. Creo que una razón de ello es que durante mucho tiempo el debate intelectual estuvo estancado en un dualismo: por un lado los llamados intelectuales “autoflagelantes” (Moulian, Garreton, etc..) que siempre criticaron esa obsesión por la estabilización; y por otro lado los “autocomplacientes” (Brunner, E Tironi, etc..) que representaron esa obnubilación por la sociedad estable. Y durante la mayor parte del tiempo fueron los segundos lo que ganaron la batalla interpretativa, con una sociedad de mercado que proliferaba por todos lados.
Este escenario dualista a mi juicio cambio, y drásticamente. Se complejizó. Y mi impresión es que ahora no es necesario una “sociología del conflicto social” u otro mega relato que venga a sustituir el ideario de la sociedad estabilizada por otro de una soci. En proceso de formación; por la simple razón que los indignados chilenos y los movimientos sociales ya la pusieron en práctica (con Vallejos a la cabeza) y con mucho mejores resultados que los autoflagelantes. Lo que quiero decir es que no es necesaria que una nueva sociología que venga a mostrar que los conflictos sociales existen, porque los movimientos sociales lo están haciendo. Basta fijarse en el nombre del nuevo movimiento de Giorgio Jackson: Revolución democrática. Y tal vez lo que haría falta es una sociología un poco menos preocupada por los grandes marcos interpretativos y que comience a mirar la sociología que estos movimientos transportan y escriben.
Saludos
Hola Martin,
Gracias por tu comentario. Comparto tu impresión de que la disputa entre autocomplacientes y autoflagelantes de los 1990s esta a la base de la obsesión por el consenso de esa generación de políticos-intelectuales, y que el triunfo práctico de los primeros (en la Concertación) expandió la idea de la sociedad estabilizada. Comparto también que el escenario actual es mucho mas complejo, y ese marco quedo obsoleto por distancia – una discusión circunscrita a las elites políticas, versus una discusión actual mas democrática en términos de actores y formas de participación – entre otras, por las tecnologías de participación. En el post intentaba destacar que la carencia de herramientas para entender las movilizaciones esta ligado al marco interpretativo que supone una sociedad estabilizada (y como eso se sigue sin discutir, o se sigue asumiendo). Con esto no estoy planteando la necesidad de un nuevo mega relato o ‘una’ sociología del conflicto social, pero si que las herramientas con que entendemos los conflictos sociales – sus razones, antecedentes históricos y dinámicas – afecta la manera como enfrentamos esos conflictos. Esas herramientas me parecen necesarias justamente para mirar como los actuales movimientos se manifiestan y desenvuelven.
Saludos!
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