La crisis de la deuda soberana en varios paises de Europa ha aumentado los cuestionamientos a la viabilidad de lo que se considera un modelo de capitalismo con dimensiones más humanas, y ha sido utilizado como argumento por quienes ven la variante anglosajona como la única alternativa posible. El siguiente post ofrece algunas reflexiones sobre este fenómeno basadas en ideas provenientes de la economía política comparada. Ellas resaltan la tensión entre capitalismo y democracia, y la relación entre la unidad del capitalismo en tanto fenómeno histórico y global y su diversa codificación institucional (Streeck 2011).
La literatura sobre variedades
Si hay algo que los estudios sobre la diversidad capitalista han demostrado durante las últimas décadas, es que aun cuando el sistema capitalista posee ciertas regularidades en tanto construcción social e histórica, este se presenta bajo distintas facetas en virtud de cómo se codifica en determinadas instituciones y relaciones sociales. Las variedades se manifiestan en aspectos como la dependencia del capital extranjero y las relaciones entre capitalistas nacionales e internacionales (Bruszt y Greskovits 2009), las estrategias competitivas de las firmas (Hall y Soskice 2001), las formas de organización o sistemas de governanza en distintos sectores económicos, subunidades nacionales, economías nacionales e incluso macrozonas a nivel global (Crouch, Hollingsworth y Streeck 1994; Hall y Soskice 2001; Amable, 2003), y formas de organizar el conflicto entre capital y trabajo, y de acomodar las demandas de la ciudadanía (Esping-Andersen 1990; Crouch y Streeck 2006). Parece de suyo evidente, aunque juzgando por buena parte de los análisis circulantes y de las sensaciones creadas por un periodismo mal informado no lo es en absoluto, que dichas variaciones institucionales también determinan la manera como las variedades enfrentan las crisis económicas y se ajustan a ellas (ver los estudios pioneros de Peter Gourevitch y Peter Katzenstein).
En resumen, la economía política comparada parece indicar que la mejor forma de cualificar los efectos de la crisis financiera norteamericana y sus coletazos sobre la deuda soberana en Europa es algo así como “la presión es homogénea, las respuestas diversas”[1].
La crisis europea en breves palabras
Para explicar la crisis de la deuda soberana que aqueja a Europa en la actualidad, la siguiente descripción de W. Streeck resulta concisa e ilustradora: “la crisis fiscal de hoy en día no fue causada por gente común reclamando más de lo que podían obtener, sino por los ganadores del mercado que, primero, se rehusaron a pagar por la licencia social para enriquecerse, y luego, chantajearon a los gobiernos para salvarse de los coletazos de su propia falta de cordura” (traducción propia y cursivas añadidas). En otras palabras, no es el estado de bienestar lo que presionó las finanzas de los estados europeos. Estas se vieron aquejadas, primero, por el éxito del sector privado en conseguir sustanciales rebajas de impuestos desde los años ochenta en adelante, y segundo, se precipitaron hacia la catástrofe luego de que el mismo sector privado –personificado en los grandes consocios financieros- obligaron a estos mismos estados a rescatarlos luego de que se quedaran sin crédito en el casino de los mercados financieros internacionales cuando estalló la burbuja inmobiliaria en 2007.
Dos países en crisis: Irlanda e Italia
Irlanda e Italia forman la “I” de los países PIGS, como se les ha denominado a las naciones europeas con problemas de deuda soberana. La relevancia de su comparación no descansa, sin embargo, en esta trivialidad, sino en un aspecto más caro a los estudios comparados: partiendo de situaciones diametralmente diversas, ambos cayeron igualmente presa de la crisis.
Desde fines de los años ochenta, los dos países siguieron trayectorias opuestas:[2] mientras el primero experimentó un crecimiento espectacular que lo llevó a elevarse como la estrella de la Europa –y el mundo- liberal, el segundo entró en una crisis económica y política permanente que lo sumió en el estancamiento y la inacción; mientras el primero tenía uno de los niveles de gasto social más bajos de Europa, el segundo se había quedado con uno de los mayores debido a su inhabilidad de reformar sus políticas sociales; finalmente, mientras el primero gozaba de políticas macro ejemplares, una de las deudas fiscales más baja de la región e incluso superávits en los últimos años, el segundo se encontraba fuera de los parámetros fiscales exigidos por el tratado de Maastricht desde hace varios lustros.
Ambas historias coinciden sin embargo, en al menos cuatro elementos fundamentales: 1) la falta de inversión local (en Irlanda invertían las multinacionales; en Italia los capitalistas locales buscaban otros países donde colocar sus recursos), 2) una disminución generalizada de los impuestos al sector privado y en especial a los grandes capitales, 3) una política de protección social desbalanceada (sólo a los más vulnerables en Irlanda; sólo a los sectores con más poder de lobby en el segundo, sesgando la protección hacia trabajadores industriales y sector público, hombres y de mayor edad), y 4) un crecimiento económico desbalanceado (concentrado en la industria del software en Irlanda; concentrado en las regiones del norte en Italia).
Dos países sin crisis: Suecia y Alemania
Si bien estos dos países constituyeron estrellas de la economía de posguerra, en los años noventas ambos sufrieron tropezones: Suecia debido a la entrada en la Union Europea y la obligación de abrirse a la entrada de capitales extranjeros (que le valió una importante crisis a mediados de la década); Alemania, debido al proceso de reunificación con la Alemania Oriental y los consiguientes esfuerzos de reestructuración, además de la liberalización producto de la entrada en vigencia de la UE.
No obstante la liberalización, ambos lograron conservar instituciones clave. En primer lugar, ambos se mantienen entre los estados de bienestar más generosos de la región, Suecia el paradigma del universalismo, y Alemania más cercana al caso italiano aunque con un sesgo mucho menos pronunciado. Hay también en ambos, un segundo elemento importante que aleja a este segundo país del caso italiano: las políticas de concertación social. Tanto en Suecia como Alemania el conflicto entre capital y trabajo fue institucionalizado en instancias de negociación colectiva centralizadas y mayor ingerencia en las decisiones de las empresas, de manera de otorgar a los trabajadores mayor poder de negociación frente a los empleadores. El resultado fue una mayor cooperación entre capital y trabajo, y por tanto, una mayor capacidad para hacer frente a las fluctuaciones económicas manteniendo al mismo tiempo la competitividad y el empleo –a diferencia de Italia, donde el conflicto no fue institucionalizado, lo que llevó a un mayor nivel de confrontación. Esto permitió a la larga un ajuste más pausado al nuevo escenario regional y mundial, y una distribución más equitativa de sus costos. Finalmente, el mantenimiento de la estrecha relación entre capital nacional financiero e industrial, aseguró la continuidad de la inversión productiva, fuente importante del éxito exportador de ambos países.
Gracias a estos elementos institucionales, donde el estado juega un rol clave, estos dos países han logrado mantenerse a flote admirablemente en la última década y durante la actual crisis: mientras Suecia presenta uno de los mejores balances fiscales de la región, el segundo ha logrado mantenerse dentro de los rangos exigidos por el tratado de Maastricht, y ha concretado un nuevo empuje a su industria exportadora logrando situarse nuevamente como uno de los modelos exportadores más exitosos.
A modo de reflexión
Este artículo ha querido incorporar a la discusión sobre la crisis financiera y sus coletazos actuales en Europa, un corpus de conocimientos provenientes de la economía política comparada. Más allá de los posibles problemas de selección de los casos utilizados, estos permiten reflexionar acerca de la relación conflictiva entre democracia y capitalismo en las sociedades modernas, y la diversidad de codificaciones institucionales a que esta da lugar en el contexto de la expansión constante del capitalismo en tanto fenómeno histórico.
Merece la pena destacar una reflexión final. Sin desconocer los efectos desintegradores que la globalización liberal produce en aquellas instituciones que mejor han logrado contener su efecto, la crisis financiera actual parece haber atacado de manera particularmente virulenta a aquellos países donde el repliegue del estado y los procesos de liberalización se han desarrollado de manera más desordenada y sus efectos han sido más desequilibrados. Siguiendo las ideas de Streeck (2011), esto ha tenido lugar en sociedades donde la lógica capitalista ha tenido un peso abrumadoramente mayor, logrando subyugar a la lógica democrática.
Comments
Excelente post Aldo, gracias.
Gracias Tomás, saludos…
Todo un movimiento de política económica comparada por estos días en estudiosdelaeconomia. Bienvenido sea!
Una pregunta, ¿Existen interpretaciones desde esta literatura sobre el bajo impacto (hasta ahora) de la crisis financiera en países tan neo-liberalizados como los de A. Latina?
Hola José, gracias por el comentario. Como observé en un post anterior, en general no se ha incluido en esta literatura a países “no avanzados”, aunque un esfuerzo importante se está haciendo para el caso de Europa del Este… Allí las consecuencias de la crisis se sintieron particularmente fuerte en los países más neoliberales (los países Bálticos), principalmente debido a que su crecimiento exponencial en los últimos años estaba directamente relacionado con las causas de la crisis: crecimiento del sector financiero, alto endeudamiento de los hogares, boom inmobiliario, etc (principalmente capitales suecos); en contraste con aquellos cuyo crecimiento se basó mayormente en un boom exportador de productos industriales (Republica Checa, Polonia, Slovakia).
Una interpretación sobre el caso de América Latina puede ser que la especialización productiva jugó a favor esta vez, ya que a diferencia de otros países neoliberales, en América Latina la especulación permitió elevar el precio de los commodities y así potenciar sectores transables que proveyeron divisas para disminuir los niveles de endeudamiento fiscal y encontraron a los países con grandes reservas para hacer frente a la crisis (esto está en los análisis de la CEPAL de por qué esta crisis fue más suave). La crisis sí llego a estos países, pero via la economía real -disminución de flujos de comercio lo que llevó a una importante disminución de empleos; no olvidar que la economía chilena se contrajo alrededor de 1% en el apogeo de la crisis-.
Elementos que se me ocurre puede trabajarse en el contexto de la literatura sobre “varieties” pueden ser la relación entre la especialización productiva y la flexibilidad de los mercados del trabajo en AL, y esto a su vez con los sistemas educativos (ver por ejemplo los trabajos de Ben Schneider); la relación entre los primeros y los sistemas financieros, y de estos con los patrones de desindustrialización que producen en el largo plazo, entre otros.
Gracias Aldo, Suena interesante comparar los diferentes mercados financieros a los que están expuestas diferentes economías nacionales.
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