El Modelo y la relación entre lo económico y lo político

Hace unas semanas, Aldo Madariaga nos dejó tres preguntas para profundizar en el debate acerca del modelo de desarrollo chileno. Dejando de lado la retórica del fin del modelo, Aldo puntualizó la necesidad de preguntarse acerca de tres puntos: ¿qué es el modelo?, ¿cómo ha cambiado? y ¿qué debería pasar para ser superado? En este post ahondaré en la última, por dos razones. Primero, porque Aldo pone el acento de esta pregunta en el ámbito de la “producción de las reformas”, y no en el contexto de cambios que emergen de una re-estructuración mayor del modelo neoliberal de desarrollo chileno. La segunda razón, es que obviamente este proceso de “reformas sucesivas”, que en realidad es lo que ha venido ocurriendo desde hace un tiempo, especialmente en la década anterior, es en parte un asunto político y expresa la relación entre lo político y lo económico tal como esta se ha articulado bajo el neoliberalismo chileno. En los párrafos siguientes quisiera, brevemente, referirme a estas dos dimensiones.

Jurgen Habermas escribió un texto en donde abordó los problemas de legitimidad del capitalismo tardío (Habermas 1999). Mas allá de las bondades positivas o de los efectos negativos de ese modelo, lo interesante del libro es la presentación y el tratamiento de la dinámica de las crisis que afectan al capitalismo y también los mecanismos de resolución de la mismas. No pretendo decir que esta descripción de la crisis, la de Habermas, sea la correcta, pero me interesa señalar que la “producción de las reformas” puede ser una respuesta a la tensiones en el capitalismo, tal como por ejemplo ha ocurrido en la sociedad chilena bajo el neoliberalismo. En esta misma linea, me interesa preguntar por qué no hablamos de las crisis y si hablamos de la “caída”. Tiendo a pensar que entre tanta retorica asociada a la caída, hemos perdido de vista los mecanismos que han estado estructurando las posibles “crisis de legitimidad” y que afectan la organización de lo económico. La retorica sobre la caída del modelo pierde, desde un punto de vista analítico, la observación de los procesos que afecta a los mecanismos de producción del orden económico y político derivados del neoliberalismo en Chile. Por ejemplo, esta retórica, tal como indica Aldo, no observa cuestiones fundamentales como los posibles conflictos derivados de la autonomía del Banco Central y los procesos que han definido los presupuestos de la nación en una era neoliberal.

El segundo tema deriva en parte del anterior. En efecto, uno de los elementos que se pierde a través de la “retórica de la caída” es la observación de la relación entre lo político y lo económico, tal como se ha configurado en la reciente dinámica del capitalismo chileno. Específicamente como la política ha quedado subordinada a lo económico y como ella ha perdido perdido la capacidad de enmarcar lo económico en la definición de los objetivos societales. En efecto, bajo el neoliberalismo se ha acentuado la fuerza con la cual lo económico ha estructurando los horizontes societales y subordinando lo político a la realización de sus agendas fundacionales.

Esto no es único para la sociedad chilena, mas bien, ello responde a la forma en la cual se estructuran las relaciones entre lo económico y lo político bajo el neoliberalismo, y especialmente en aquellos espacios en donde la ideología del mercado goza de mejor salud. El último libro de Joseph Stiglitz, el Precio de la Desigualdad, muestra como la economía política del neoliberalismo basada sobre los intereses financieros ha impuesto agendas “políticas y económicas” en la política americana, logrando estructurar un marco institucional que ha favorecido la transformación de la economía norteamericana en una economía orientada a la búsqueda de rentas (rent-seeking economy) (Stiglitz 2012). Dicha subordinación ha propiciado la transformación de la política en un mecanismo para distribuir privilegios entre el 1% de la población y asegurar que estos puedan rentar a través de los mismos. Y en efecto, el rentismo ha pasado a ser mas bien una virtud que un defecto bajo este discurso de lo económico.

Para terminar, me gustaría sostener, para impulsar el debate, la siguiente afirmación: la articulación dominante de lo económico y lo político en Chile, aquella neoliberal, que es institucional e ideológica, no esta en crisis. Tal afirmación podría ser justificada en dos direcciones. Primero, a pesar de que las élites políticas han perdido legitimidad, tanto la Concertación como la Alianza, sus discursos siguen siendo dominantes en la producción material de la política, sin que hayan chocado con lo económico, y al mismo tiempo han logrado mantener su narración acerca de los hechos sociales. Es cierto, fuimos testigos del mayor movimiento estudiantil en democracia, pero a la vez, también hemos sido testigo de sus limitaciones, no emocionales, por cierto, sino más bien en su capacidad para promover la transformación de las instituciones neoliberales, en el ámbito de la educación, y, por cierto, en la producción de la narración de lo político tal como esta se ha desarrollado en las últimas décadas. Por lo tanto, en la medida en que la política se siga reconstruyéndose en sus formas actuales, subordinada a lo económico, no existe una amenaza cierta al modelo.

Segundo, no solo la política y sus prácticas siguen reproduciéndose, sino también el consenso que se ha articulado entre la élites económicas y políticas para mantener los principios neoliberales que han guiado al país desde 1980. Y parece ser que, a pesar de la retórica del lucro, no hay nada que amenace esta relación. Incluso, en los últimos años esta narración sobre el desarrollo ha sido capaz de adaptarse a través de reformas a instancias claves como son los mercados de pensiones, financiero y del trabajo. Tiendo a pensar que esto expresa una radical “autonomía” de lo económico sobre lo político, como también de la relación entre lo político y lo económico con relación a otras esferas societales. En mi opinión, esta condición estructural de la sociedad chilena opera con sustantiva fuerza y nada pareciera amenazarla en un grado tal que suponga su descomposición y reemplazo. Es mas, aquí parece operar una observación weberiana en el sentido que el capitalismo dominado por los intereses financieros es capaz de ejercer en un mayor grado la autonomía con relación a otras esferas societales y contemporáneamente, lo que es un novedad, narrar, al mismo tiempo, lo económico y los horizontes societales.

Rodrigo Figueroa

Habermas, Jurguen. 1999. Problemas de Legitimación en el Capitalismo Tardío. España: Cátedra. (Edición en español)
Stiglitz, Joseph. 2012. The Price of Inequality. New York: Norton.

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Comments

  • aldomadariaga  On October 6, 2012 at 5:13 am

    Hola Rodrigo, gracias por el follow up post. Sólo quisiera reforzar la reflexión apuntando a un elemento que a mi juicio requiere mayor detención, y es la continuidad, homogeneidad y nivel de organización de un actor clave al momento de repensar una reconfiguración del capitalismo nacional: el empresariado. Incluso si se logra reconfigurar una nueva opción política hacia la izquierda (de la cual también habría que ver hasta dónde llega su intención por desmarcarse de los años de concertación), esta opción política tendría que tener un aliado en los grupos empresariales con quien dialogar y con quien transformar el capitalismo chileno. Y ciertamente ese no es el caso. Observo una leve fractura entre grupos exportadores y aquellos que se dedican a actividades no transables, fractura que, sin embargo, no es nueva, no ha sido y no veo que vaya a ser suficiente para quebrar la solidaridad de la clase empresarial.
    Saludos!

  • Rodrigo Figueroa  On October 8, 2012 at 11:09 pm

    Creo que el primer aggiornamiento de la clase empresarial chilena esta consolidado. Lo descrito por Cecilia Montero ya encontro su cristalizacion. Y uno de sus productos es entender al Estado como un proveedor de rentas. Hay lo que Stiglitz describe como una rent-seeking economy, lo cual no es nuevo en la sociedad latinoamericana, pero claramente bajo el neoliberalismo se ha profundizado, reorganizado institucionalmente y legitimado ideologicamente. Asi hay rentas no solo en los recursos naturales sino tambien en mercados “nuevos”: pensiones, educacion, salud, y por cierto energia. Yo estoy particularmente interesado en esta economia politica del neoliberalismo. Es quizas uno de sus grandes productos, en la medida en que ha subordinado totalmente lo politico a lo economico. Quizas lo mas interesante es que es lo economico lo que parece definir los horizontes societales, una inversion de las tareas que Parson habia identificado para el subsistema de lo politico.

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