Improvisando mercados, haciendo modelos

Siguiendo con la muy entretenida discusión en torno a la performatividad de los saberes económicos populares, quisiera dedicar este post a describir un tipo de relación entre conocimiento económico y procesos económicos, y mas precisamente entre modelos de política económica y mercados, que en lugar de performativa (Callon 2007) puede ser mejor descrita como de improvisación económica. Propongo esta noción para describir aquellas situaciones, bastante habituales por lo demás, en las cuales políticas e intervenciones económicas deben ser formuladas y realizadas, aun cuando no se encuentran disponibles teorías, modelos o evidencia clara respecto a las consecuencias de las mismas. Improvisación no debe ser, sin embargo, entendida como resultado de falta de planificación, sino como la única forma posible de actuar en situaciones de incertidumbre. Tal como una sesión de improvisación musical pone en evidencia, la improvisación se basa conocimientos generales compartidos a partir de los cuales se crean nuevas formas (Becker 2000); en nuestro caso: mercados.

Chile 27F 2010: Catástrofes e improvisación

Déjenme presentar brevemente el caso que me obligó a buscar alternativas conceptuales a la idea de performatividad de la economía. Durante los últimos dos años, he estudiado el proceso de creación de un mercado para la reconstrucción de viviendas destruidas por el terremoto/tsunami de 2010.

A los pocos días tras el terremoto, expertos y funcionarios del Ministerio de Vivienda y Urbanismo y de la Comisión Interministerial de Recontrucción Nacional se plantearon la siguiente pregunta: ¿diseñamos nuevos instrumentos para gobernar la reconstrucción de viviendas, lo que requiere tiempo, o vemos qué instrumentos (subsidios) existen y, aun cuando éstos sean deficientes, los adaptamos? La decisión unánime fue por la segunda opción y por un subsidio (de construcción en sitio propio) que, por razones que no viene al caso explicar, operaba a una muy pequeña escala. El diagnóstico que se hizo entonces fue que se trataba de un instrumento deficiente, pues no generaba competencia. Más importante, lo anterior no se podía resolver con la masiva inyección de recursos a la demanda vía subsidios, sino que era necesario cambiar la arquitectura del mercado en cuestión. Así, la dicotomía inicial entre nuevos instrumentos y pequeñas adaptaciones demostró ser artificial, pues al poco andar fue necesario ir redefiniendo radicalmente las formas cómo se define el bien que se transa, cómo se constituyen los agentes de mercado y cómo se organizan los encuentros de mercado.

El caso del bien es interesante. El principal problema era que los damnificados por la destrucción son los propietarios, quienes sólo requieren la construcción de una nueva vivienda en sus sitios. Por su parte, el mercado de vivienda social que opera en Chile desde los 80 funciona transando bienes compuestos de viviendas y suelo. Y es en el suelo donde está el negocio para el sector privado que compra suelo semi-agricola en la perfieria y lo vende como suelo urbano. La consecuencia de lo anterior es que la reconstrucción de viviendas en sitios propios no era negocio. Ante ello, fue preciso ir elaborando una serie de modificiaciones a la forma cómo se especifica el bien, con el objetivo de atraer constructoras a este mercado. Una de ellas fue que las constructoras puedan establecer un número mínimo de viviendas que están dispuestas a construir. Otra medida clave fue ir flexibilizando los programas arquitectónicos y las especificaciones de las terminaciones. Otra cuestión, que generó una controversia importante, fue la sugerencia del Ministerio de favorecer sistemas de construcción modulares o prefabricados; ante lo cual reaccionaron las grandes constructoras que trabajan fundamentalmente con sistemas de albañilería. Por último, y ante la lentitud del proceso de reconstrucción, el Ministerio se abría a permitir que constructoras construyan grandes urbanizaciones en terrenos propios, siguiendo así el modelo antiguo. En definitiva, una serie de tácticas, maniobras, ideas, tests, para ir definiendo el bien de manera que permita el despliegue de la ansiada competencia de mercado.

Otro tanto puede decirse de la definición de los agentes de mercado, en especial los subsidiarios. En el nuevo escenario lo que debe acreditarse no es la familia, cuya situación económica ya no importa, sino el suelo. Lo más relevante es por tanto establecer claramente la propiedad del terreno, la factibilidad de construcción, etc. De hecho, las principales dificultades han sido la cantidad de familias que vivian en terrenos que no son propios, y casos extremos en los que no era siquiera posible distinguir los límites de los terrenos debido a la devastación y transformaciones morfológicas. En tales circunstancias, el proceso de crear un mercado ha estado basado en la constante improvisación de medidas excepcionales para agilizar la acreditación de los subsidiarios. También sumamente interesante es la forma cómo se agrupa la demanda. La idea inicial era que cada municipio constituyera un mercado distinto, en el cual las empresas constructoras presentan sus proyectos y donde poblaciones de subsidiarios eligen. Al poco andar, se constató que esto producía ‘poblaciones’ de subsidiarios poco interesantes para las constructoras, pues sus terrenos se encontraban en sectores rurales y aislados. Un nuevo sistema de zonificación tuvo que ser diseñado sobre la marcha, a fin de agrupar poblaciones rurales y urbanas en los mismos mercados.

En definitiva, cuando observamos en detalle el proceso de creación de este mercado nos encontramos con un grupo de expertos y funcionarios ministeriales que más que aplicar un set de teorías o modelos respecto a cómo debe operar un mercado de vivienda económica, lo que hacen es ir elaborando, testeando e improvisando diversos arreglos institucionales hasta lograr el resultado deseado, esto es, poner en funcionamiento el mercado en cuestión. Ciertamente, tal improvisación está basada en conocimientos económicos básicos y en datos económicos sobre los procesos en cuestión, pero no está orientada a realizar (o performar) proposiciones económicas específicas. Es en este sentido que el caso anterior difiere también de la doctrina del shock de Milton Friedman, para quien la misión su escuela era “to develop alternatives to existing policies, to keep them alive and available until the politically impossible becomes politically inevitable” (Friedman citado en Klein 2007: 6). En el caso observado, las terapias de mercado aplicadas no esperaban un desastre para ser aplicadas, sino que fueron improvisadas sobre la marcha.

Las “siete modernizaciones”: modo y modelo de improvisación económica

No tengo suficiente espacio para desplegar este análisis aquí, pero si volvemos la mirada hacia los años 80, cuando se crea el mercado de vivienda social en Chile, y miramos las distintas estrategias, maniobras, decisiones, excepciones, medidas provisorias, etc. que fueron dando forma a ese mercado, no nos encontramos con un proceso muy distinto al descrito arriba. Tal como se puede leer en Sugranyes (2005) y Gilbert (2003), lejos de realizar (o performar) un sofisticado modelo de competencia de mercado basado en subsidios a la demanda, el resultado de esta práctica económica fue la de crear un mercado cautivo, descrito en su momento como una farsa por el Banco Mundial, pues estaba basado en subsidios indirectos a la oferta y en la absorción de los riesgos financieros por parte del Estado. Ciertamente, podría ser posible hablar de una performatividad genérica, pues de no ser por los Chicago Boys y sus teorías económicas neoliberales, estos mercados no se habrían creado de esta forma (Ossandón 2012). Pero este tipo de proceso se encuentran todavía lejos de performatividad en el sentido estricto, sea Bayesiana o contra-performatividad (2007), pues no se observa la aplicación de modelos económicos especifícos, sino mas bien de una improvisación a partir de reglas generales.

Es más, mi impresión es que si prestamos atención a tales forma de improvisación económica, comienza a ser posible describir mejor la lógica práctica con que se llevaron a cabo buena parte de las famosas “siete modernizaciones” neoliberales en Chile. De hecho, el que los Chicago Boys no tenían conocimientos específicos sobre ninguno de los sectores de la economía donde intervendrían es una cuestión ampliamente documentada y reconocida por los mismos actores implicados. El arquitecto del sistema de pensiones chileno, Jose Piñera, declararía por ejemplo que ellos no eran “monetaristas sofisticados a la Milton Friedman. Simplemente aplicamos las reglas básicas” (Markoff and Montecinos 1993: 48). Según Büchi (2008), último ministro de Hacienda de Pinochet, el secreto del modelo chileno fue la capacidad de ser flexible, de improvisar.

Estas declaraciones plantean una cuestion clave, a saber, la relación existente entre improvisacion económica y modelos económicos. Hasta aquí el argumento planteado ha sido que la improvisación es característica de aquellas situaciones en las que se debe actuar pero no existen modelos específicos la acción. La pregunta es entonces acaso la improvisación puede devenir un modelo. Al parecer sí. Por una parte, el mercado de vivienda social creado en Chile en los 80 se convirtió en los 90 en un modelo promocionado por el Banco del Desarrollo Interamericano y la USAID en paises como Colombia, Ecuador y Panamá (Gilbert 2003). Pero aqui hay una cuestion interesante: lo que se circula y se exporta no es un modelo formalizado, inscrito en instrumentos de mercado como la formula Black-Scholes, sino que más bien una manera de hacer política de vivienda que toma el caso chileno como orientación general del tipo de cambios a introducir, pero no como un modelo a aplicar punto por punto. Por la otra, algunos elementos del mercado de reconstrucción de viviendas creado después del terremoto se han visto reflejados en las reformas introducidas en 2011 al mercado regular de vivienda social (cf. Brain and Mora 2011). Pero ciertamente no ha habido una transposición punto por punto de las arreglos sobre los que se basa el primero, sino, tal como nos explicaba un funcionario, ‘cuando las cosas se hacen bien en un lado se pueden reproducir en otros’. En definitiva, la improvisación no genera modelos económicos formalizados, a partir de los cuales se performen otro mercados, sino que el modelo es improvisar de una cierta manera.

Cabe entonces preguntar acaso existen distintos modos de improvisación económica. A fin de comenzar a responder esta pregunta, y dado que los dos casos estudiados (mercados de vivienda en los 80 y post-terremoto) no difieren significativamente, parece una buena idea preguntarse acaso lo descrito arriba se aproxima a aquella forma ampliamente reconocida de improvisación basada en el principio precautorio (UNESCO & COMEST 2005). Este principio básicamente sugiere que en situaciones de incertidumbre en las que es preciso actuar, pero no existen evidencias sobre las posibles consecuencias de la acción, es necesario tomar cursos de acción reversibles que no impliquen cerrar otros cursos posibles de acción. Un modo precautorio de improvisación económica implicaría, por ejemplo, en caso de decidir introducir un mercado de vivienda hacerlo de manera tal que otros cursos de acción (por ejemplo, políticas municipales de construcción de vivienda pública) sean también posibles en caso que los resultados no sean los esperados. Ciertamente, lo anterior no es una buena descripción de los modos de improvisación económica descritos aquí, los cuales se basan en la convicción absoluta de que la introducción de un mercado es el mejor curso de acción posible. Podríamos entonces decir que se trata de un modo neoliberal de improvisación económica, pero una descripción más general debería apuntar al modo iluminado o profético de improvisación económica que resulta de tales convicciones incuestionables.

Por último, si buena parte de las políticas económicas chilenas de los años 90 a esta parte ha consistido no en civilizar (Callon 2009), sino en intentar domar los mercados introducidos durante la dictadura (Ossandón and Ureta 2012), bien puede ser que la razón no sea otra que la primacía de este modo profético (quizás mejor fundamentalista) de improvisación económica.

            Ignacio Farías

Referencias

Becker, Howard S. 2000. “The etiquette of improvisation.” Mind, Culture, and Activity 7:171-176.

Brain, Isabel, and Pía Mora. 2011. “Ajustes a la política habitacional: Elementos para la discusión.” Apuntes Legislativos. Centro de Políticas Públicas UC 12:1-13.

Büchi, Hernán. 2008. La Transformación Económica de Chile: El Modelo del Progreso. Santiago de Chile: El Mercurio, Aguilar.

Callon, Michel. 2007. “What does it mean to say that economics is performative? .” in Do Economists Make Markets? On the Performativity of Economics edited by D. MacKenzie, F. Muniesa, and L. Siu: Princeton University Press

Callon, Michel. 2009. “Civilising markets: Carbon trading between in vitro and in vivo experiments.” Accounting, Organization and Society 34:535-548.

Gilbert, Alan. 2003. “Poder, ideología y el consenso de Washington: Desarrollo y expansión de la política chilena de vivienda.” Boletín del Instituto de la Vivienda 18:135-158.

Klein, N. 2007. The shock doctrine: The rise of disaster capitalism. Toronto: Knopf.

MacKenzie, Donald. 2007. “Is Economics Performative? Option Theory and the Construction of Derivatives Markets.” Pp. 54-86 in Do Economists Make Markets? On the Performativity of Economics, edited by Adrian MacKenzie, Fabian Muniesa, and Lucia Siu. Princeton: Princeton.

Markoff, John, and Verónica Montecinos. 1993. “The ubiquitous rise of economists.” Journal of Public Policy 13:37-37.

Ossandón, José. 2012. “¿Cómo se produce un mercado? Agregue: formaciones sociales, luchas políticas y economistas.” Pp. 285-310 in Produciendo lo social. Usos de las ciencias sociales en el Chile reciente, edited by Tomás Ariztía. Santiago de Chile: Ediciones UDP.

Ossandón, José, and Sebastián Ureta. 2012. “Taming uncivilised markets.” Artículo presentado en la conferencia anual de EGOS, Helsinki.

Sugranyes, Ana. 2005. “La política habitacional en Chile, 1980-2000: un éxito liberal para dar techo a los pobres.” Pp. 25-60 in Los con techo: Un desafío para la política de vivienda social, edited by Alfredo Rodriguez and Ana Sugranyes. Santiago: Ediciones SUR.

UNESCO & COMEST. 2005. “Informe del Grupo de Expertos sobre el principio precautorio de la Comisión Mundial de Ética del Conocimiento Científico y la Tecnología (COMEST)”. París: Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.

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Comments

  • tariztia  On October 8, 2012 at 10:06 am

    Hola Ignacio. Buen post. Extendiendo tu análisis, uno podría decir que la descripción que haces de este modo improvisado de hacer lo económico es finalmente común a cualquier operación económica, algo que emerge cuando uno se acerca etnográficamente a los distintos actores que están haciendo mercados u produciendo otras formaciones económicas (y que incluso se puede aplicar en casos más “ideales” de performatividad, como el ya discutido análisis de las formulas en finanzas de MacKenzie). Mirado desde aquí, es posible pensar que quizás la performatividad aparece como un momento secundario, no como algo diferente a lo que presentas: solo una vez que estas múltiples operaciones de improvisación se estabilizan y transforman en un mercado, se blackboxean, pueden ser reconectadas a una gran teoría (en la línea de performatividad genérica). De hecho me imagino perfecto en 10 años más a los economistas del mercado de vivienda del terremoto contando una historia bastante limpia de cómo aplicaron la teoría económica u otros saberes académicos para hacer más eficiente la construcción de viviendas posterremoto. Y de seguro las múltiples maniobras, test, tácticas, serán invisibilizadas.

  • joseossandon  On October 8, 2012 at 11:53 am

    Bueno punto Tomás, los dispositivos se “cajanegrizan” en un momento secundario. Pero no creo que esto no solo tenga que ver con el tiempo o con la forma de como se cuenta una historia retrospectivamente, pero con la exportación de un lugar a otro. En las historias de MacKenzie, las formulas académicas no se hacen un objeto sólido en la academia sino que cuando son utilizadas en una hoja o una calculadora concopyright por los actores de mercado (lo mismo que decía Latour en Science in Action, del paso del laboratorio a las patentes en un remedio o un celular). Lo que parece ser diferente en caso que cuenta Ignacio es que acá no hay conocimiento científico o académico que movilizar. La solidificación del modelo pasaría despues ,post intervención de mercado, cuando se exporta como política pública a otros lugares (algo parecido ha encontrado S. Ureta en su estudio de los mercados de carbono en Chile, que en la práctica nunca funcionaron en el sentido más básico de ausencia de transacciones, pero se transformaron en un modelo para otras políticas públicas)
    Ignacio, muy de acuerdo en todo. Respecto a: “diversos arreglos institucionales hasta lograr el resultado deseado, esto es, poner en funcionamiento el mercado en cuestión”, me imagino que el resultado deseado es más bien “solucionar el problema habitacional post-terremeto”, pero que se asume que este objetivo solo podrá ser logrado mediante un mercado (y no por otros posibles modos de hacer cosas). Así el mercado mismo deviene el dispositivo a diseñar/improvisar, ¿no?

  • nniicchhoollaass  On October 8, 2012 at 3:07 pm

    Gracias Ignacio, muy buen post. Me parece super pensar mas allá de los ‘modelos’. Tu análisis de la improvisación me hizo recordar mucho a lo de Timothy Mitchell en Rule of Experts, especialmente en su descripción de la construcción del Aswan Dam en Egipto. Para Mitchell, el saber experto no era una herramienta que usaron los ingenieros que construyeron el dique, en el sentido que ese saber enfrentó al mundo como algo ya preparado y ajena del mundo en que intervenía, sino que el saber experto se iba formando a través de la intervención. En este sentido, el saber experto para Mitchell no era un producto estrictamente humano, sino algo que se construía en dialogo con actores no-humanos, como su héroe mudo, el mosquito. Yendo un poco para el punto de Tomás y José sobre blackboxing, Mitchell entiende el saber experto no solo como el producto de interacciones multiespecie, pero también como un tipo de discurso que termina borrando el rol de los mosquitos y los demás especie subalternas, permitiéndolo parecer como si fuese una construcción humana. Y al final parece todo limpito en los relatos históricos: los ingenieros construyeron el dique con saber experto traído de Europa.

    Otra cosa que me interesaba mucho en tu post, pero que va un poco mas allá del punto que querías hacer sobre improvisación: las nuevas agrupaciones de espacio que combinaron lo urbano con lo rural en la reconstrucción, para que las poblaciones rurales puedan estar incluidos en mercados atractivos para los constructores. Esto terminó fortaleciendo aún más a los grandes constructores en vez de constructores pequeños, ¿no? ¿o el mercado fue siempre diseñado por/para ellos? Digo — uno puede imaginar subsidios a la auto-construccion en pequeños equipos, por parte de pequeñas empresas o habitantes mismos. Quizás es la escala que no lo permite (que es ineficiente en terminos de materiales etc.). La posibilidad de hacer las construcciones prefab seguramente podría haber mejorado la posibilidad de hacer la construcción con equipos locales y más chicos, y me parece interesante que los grandes desarrolladores estaban en contra al uso de prefab. Bueno, me parece que hay una historia bien interesante sobre los modos de construcción (prefab, albañilería), los actores y sus diferentes capacidades de hacer construcción (pequeños y grandes empresas), y los espacios en que operaban (urbano, rural), que daría mucha riqueza a la historia de improvisación, mostrando los intereses e instituciones que la influyen. Espero poder leer más de la historia en el futuro!

  • Ignacio  On October 9, 2012 at 7:00 am

    Gracias por los comentarios. Aquí van mis respuestas (que bien parecen otro post, sorry about that):

    Tomás: Gran punto. De hecho, por momentos, mientras escribía el artículo me preguntaba acaso mirado en detalle sería posible encontrar un solo caso de performatividad simple y pura. Sin embargo, pensándolo bien, creo que la diferencia entre improvisación y performatividad no pasa por procesos de purificación posteriores, sino por los tipos de conocimiento económico movilizado en ambos casos y la existencia o no de modelos económicos específicos sobre los procesos económicos en cuestión. Aqui va un contraejemplo: fuera del blog, estuve ayer discutiendo mi post con el gerente de estudios de la Cámara Chilena de la Construcción, quien tenía una serie de objeciones y una serie de propuestas sobre cómo se deberían haber hecho las cosas. Tales propuestas están basadas en un determinado modelo para el funcionamiento de mercados de suelo y vivienda super específico (sobre el cual publican cosas y le meten números, ejemplos de otros países, etc.) por el cual la CChC hace rato ya que está abogando fuertemente y que implica cosas como desarrollo por condiciones, impact taxes, eliminación de límites urbanos etc. En otras palabras, si la CChC hubiese sido quien hubiera tomado las decisiones sobre cómo reaccionar al terremoto, entonces la historia sería una de performatividad de modelos económicos y de terapías de shock a la Klein/Friedman. En otras palabras, el que observemos improvisación y no performatividad es un tema empírico y la distinción entre ambos conceptos nos permite entender la diferencia entre dos cursos de re-acción radicalmente distintos al terremoto.

    José: Quizás ésta es una cuestión que no está tan clara en el post, pero mi tesis no es que después de creados estos mercados vía improvisación, estos viajan a otros lugares como modelos económicos cuyos efectos pueden ser entendidos como performatividad. Cuando empecé a escribir el paper y le puso “Improvisando mercado, haciendo modelos” eso era lo que pensaba, pero luego cuando me puse a mirar en detalle las formas como esos mercados viajan a otros lugares la conclusión fue otra. De hecho, un acuerdo generalizado entre los arquitectos del mercado de vivienda social de los 80 es que no puede viajar (esto es bien distinto al caso de José Pinyera que a fines de los 80 creó una oficina en Washington para exportar su sistema de pensiones. De hecho no fue hasta fines de los 90 que el MINVU creo una oficina que se encarga de atender solicitudes del extranjero sobre informaciones sobre el modelo). La razón de este escepticismo es que todos coinciden que para que opere en otro lugar se requiere recrear todo el entorno institucional chileno, desde leyes de bancos hasta sistema privado de pensiones con liquidez, etc. En otras palabras, para decirlo con Zukin, quien distingue entre tipos de embeddedness, el argumento es que este mercado está demasiado incrustado institucionalmente. Entonces, cómo viaja? No como modelo económico, pero como modelo de improvisación económica. El modelo es improvisar más o menos de la misma forma como lo hicieron los chilenos en los 80. Las medidas específicas variarán de país en país, etc. Lo mismo que dice Büchi del “modelo del progreso”, no hay modelo, es una manera flexible y basada en principios generales de hacer las cosas.

    Respecto al segundo punto que mencionas, claro en el fondo el resultado deseado es reconstruir mejor, pero no en la práctica. La traducción que ocurre es total, irreversible, ciega. A ojos de los encargados, lo que hay que reconstruir es el mercado. Ese es el desafío. La ‘mejor’ reconstrucción de viviendas es la consecuencia de la reconstrucción del mercado. Quizás esa traducción, como digo obnubiladora, es lo que llevó a no evaluar posibles cursos alternativos de acción.

    Nicholas: Totalmente de acuerdo con la importancia de los mosquitos. Hay todo un tema que tiene que ver con las distintas materialidades en juego, cómo por ejemplo la oferta se constituye a partir de un objeto material, un tipo de vivienda, y cómo la intervención económica se enfoca en ese objeto, para mediante ese objeto redefinir a los agentes ofertantes. Y lo mismo con los sitios o terrenos, los cuales son también objeto de todo tipo de cualificaciones legales (relativas a propiedad) y técnicas (relativas a constructivilidad) para de esta forma ir constituyendo agentes demandantes, etc. Ahora, es curioso, en las entrevistas con los distintos funcionarios y expertos, estas materialidades están muy presentes, todo el tiempo, como parte constitutiva de ese saber que se va produciendo durante la intervención económica. No me extranyaría sin embargo que al final del día expliquen que el gran desafío es como construir competencia de mercado entre empresas a fin de optimizar la elección de vivienda de los subsidiarios, como si la construcción de un mercado fuera solo necesaria para coordinar a estas entidades humanas. En cualquier caso, y tu también lo senyalas, este blackboxing del papel determinante de estos no-humanos en la improvisación no implica un blackboxing de la improvisación, sino sólo un versión humanista de la improvisación económica.

    Respecto al segundo punto: al final los grandes constructores (representados gremialmente por la CChC), se sintieron completamente perjudicados por la forma como se armó este mercado, y nada, ni esos mercados urbano-rurales, ni el paso atrás del Ministerio al decir que no estaba haciendo una declaración oficial a favor del prefabricado, fue suficiente para que ellos se metan fuerte en este mercado. Las agrupaciones urbano-rurales no presentaban de hecho ninguna ventaja para las economías de escala de las grandes empresas, pues sigues necesitando una faena para cada vivienda. La crítica de la CChC al ministerio es por lo mismo fuerte. Dicen que la decisión de reconstruir en los sitios de los propietarios fue buena si se supone que las personas tienen redes locales (cosa que ellos dicen que habría que ver), pero pésima si se trata de reconstruir eficazmente. Lo que pasó entonces es que muchas empresas constructoras pequenyas, de regiones, esto es, que operan localmente, se encontraron en una posición privilegiada, porque éstas lo que hacen es precisamente trabajar con faenas individuales en un número pequenyo de proyectos. Por lo mismo, el problema es que muchas de ellas ofrecían un número máximo de viviendas muy bajo: 20, 50, 70. Lo que implica que si tienes que construir 100.000 casas en sitio propio, a un promedio inflado de 100 casas por constructora (no conozco el dato, pero seguro que es menor), requieres interesar al menos a 1000 constructoras, que en su mayoría no tienen experiencia previa en vivienda social. Nada fácil. Especialmente en esas condiciones, creo que como tu bien dices el tema de los distintos sistemas de construcción y materiales es fascinante.

  • joseossandon  On October 11, 2012 at 8:53 am

    Tu respuesta me ha dejado pensando en un par de cosas.
    Primero, en esta cita en Markoff & Montecinos: As a former Chilean ministerial officer explained: “I did not know much about what economists did. As I began to work with them I realized they were like lawyers when I was young. A lawyer was a professional who could do anything. Actually, well-trained economists were excellent in performing any task, and we had many tasks to do” (quoted by Markoff & Montecinos 1993: 13). En el particular tipo de oficio de los economistas en el gobierno que son como los “maestros chasquilla” en Chile, que pueden arreglar muchas cosas pero realmente no son expertos en ninguna. Y así pueden pasar de un sector a otro también.Me pregunto si en ese contexto surgirán otros criterios de evaluación de un buen trabajo. Menos abstracto, menos paper, y más, que las cosas sigan andando o algo por el estilo.

    Lo segundo, es que es interesante lo de la Cámara de la Construcción. Que ellos tengan un plan armado de como hacer mercados como política pública es un coletazo de la historia desde los 80. Y como en estos diferentes sectores de intervención pública se han ido generando asociaciones gremiales como interlocutores validos (asociación de isapres, de afps, de concesionarios, etc.) que suelen representar a unas pocas empresas muy grandes que viven de estos sectores privatizados, pero que necesitan grandes economías de escalas. Parece algo bueno o al menos novedoso que en este caso se haya abierto a nuevos actores.
    slds

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