El problema de la competición

Los estudios sociales de mercados se han desarrollado históricamente en torno a profundas divisiones políticas y conceptuales. ¿Qué es lo que perdemos con dicha polarización? ¿Existen, acaso, alternativas teóricas a la oposición pro/anti mercados? En este ensayo no pretendo resolver esta tensión. Por el contrario, mi objetivo es meramente ilustrativo, cuestionando algunos de los problemas que surgen con relación a la polarización de los discursos actuales sobre el papel de los mercados en la organización de sociedades modernas. En particular, en este breve texto me referiré a un concepto que es central a la comprensión de la política de los mercados modernos y que es parte integral de la tensión política sobre el estado de los mercados: la idea de competición.

Uno de los problemas más prevalentes de las nociones de competencia y competición reside en la localización de estos conceptos en el espectro del discurso político contemporáneo. Por un lado, políticas pro-mercado y pro-competencia son representadas frecuentemente como antitéticas a la sociedad. Una política pro-competitiva es sinónimo, en muchos campos, de intervenciones neoliberales que pretenden debilitar los lazos y alcance del estado democrático. Por el otro lado, políticas de bienestar que limitan, quizás, el campo de la competición son interpretadas por otros observadores como económicamente ineficientes. Así, cualquier acción de gobierno que busque contener competición ‘libre’ es interpretada como un efecto distorsionante sobre la organización del mercado. La competición es de ‘derecha’; la regulación de la competición es de ‘izquierda’.

El problema con estas perspectivas radica en su reduccionismo: de formas similares, proyectan a la competición como una norma abstracta y unidimensional, transformando la acción de competir en una la teleología del mercado en vez de un mecanismo social complejo y multifacético. Para los analistas sociales de mercados, tal reduccionismo es enteramente relevante para un proyecto progresivo de reforma social debido a que reduce la capacidad crítica de transformar elementos de mercado en herramientas de cambio e intervención.

Consideremos, por ejemplo, la competición como una herramienta de mejora social. Uno de los argumentos centrales de teorías económicas neoclásicas es la capacidad de la competencia en reducir el nivel de precios en un sistema de mercado. A mayor competencia, mejores precios (para consumidores). Y he aquí en donde la política se vuelve compleja. Por un lado, este argumento ha sido movilizado por estados y actores corporativos para desmantelar sistemas productivos paraestatales y grupos sindicales, permitiendo lo que muchos analistas identifican como una neoliberalización de economías locales. Pero por otro lado,  la falta de competición es, en muchos casos, una oportunidad para extraer rentas excesivas capturadas por parte de élites económicas locales. El caso de Brasil es emblemático: altos aranceles de importación, la integración de puntos de venta bajo un pequeño conjunto de empresas, y la falta de políticas que estimulen el desarrollo de nuevas corporaciones ha generado una economía que, a pesar de tener un mercado interno fuerte y vibrante, y a pesar de un programa agresivo de Bolsa Familia, no logra establecer una capacidad de compra comparable a la de naciones similares. En efecto, al transferir recursos a consumidores expuestos a un mercado poco competitivo, el gobierno de Brasil subsidia simultáneamente a nuevas clases emergentes como a las élites locales que mantienen la brecha en desigualdad social y económica en el país.

Otro ejemplo igualmente ilustrativo concierne los mercados financieros contemporáneos y, en particular, el llamado high frequency trading (HFT), un conjunto de actividades por medio de las cuales inversionistas y otros agentes de mercado compran y venden acciones en intervalos de milésimos de segundo a través de programas y computadores sofisticados. Una parte critica del debate sobre HFT se refiere precisamente a sus efectos competitivos. Como hemos explorado en un artículo reciente, HFT surgió parcialmente en el contexto del crecimiento de un discurso libertario que, entre otros preceptos morales, sostiene la importancia de la competencia en el buen funcionamiento del mercado financiero. Los oponentes de HFT, sin embargo, mantienen que esta práctica distorsiona artificialmente los precios, creando un mercado injusto en el que otros tipos de competición no son posibles: la competición en velocidad y tecnología de los HFT implica que es imposible o irrelevante competir en servicios financieros más tradicionales y relacionales. Lo que existe en este debate es, así, un competencia sobre nociones de competición, un debate sobre cual es el tipo de estructura competitiva que debe imperar en el mercado.

No cabe duda de que la sociología de mercados ha contribuido enormemente al estudio de la competición. El trabajo de Simmel es, por ejemplo, claro, así como las contribuciones de Harrison White que son, en cierto sentido, una teoría parcial de la competición (una observación que debo a José Ossandón). De forma similar, el trabajo de Neil Fligstein contribuye a una teoría cultural de la competición que devela la importancia de estructuras organizacionales/culturales en la creación de campos de mercado. Más recientemente, el trabajo de investigadores tales como Gustavo Onto muestra como nociones de competición están íntimamente vinculadas a una serie de prácticas evaluativas concretas. No obstante, falta una teoría de la competencia capaz de conceptualizar las diferentes dimensiones políticas y prácticas de lo que constituye competir. ¿Existe, acaso, una taxonomía de la competición que permita ver su inserción en el espectro político? ¿Existen, acaso, ejemplos de cómo contener los beneficios de la competición, limitando sus externalidades económicas, sociales e institucionales? Comentarios y sugerencias son muy bienvenidos.

Juan Pablo Pardo-Guerra

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Comments

  • joseossandon  On July 18, 2014 at 1:19 pm

    Juan Pablo muy de acuerdo con la importancia de hacer una sociología de la competencia aunque quizás para eso sea necesario despejar primero dos problemas:

    (en Chile se usa “competencia” en vez de “competición” por ejemplo tribunal de libre competencia, aunque supongo que ambas funcionan, no como en ingles que entre competition y competence hay un mundo :).

    1. El primer problema viene de la economía (economics) donde tanto neo-clásicos como austriacos han dado a la competencia un carácter casi metafísico o de bien en sí mismo. Para los primeros, la competencia de mercado sería siempre el mecanismo más eficiente para encontra la solución optima entre oferta y demanda. Mientrás que para los segundos, en particular Hayek y cia, competencia vía precios, sería además el mejor mecanismo para producir innovación y soluciones novedosas a problemas existentes. Ambos tipos de aproximación asumen la competencia como un valor más que como algo a estudiar. Incluso en la economía menos ortodoxa (i.e. economía de la información) se asume la competencia perfecta como un estado ideal con respecto al cual se puede comparar cualquier situación y actuar en esta dirección (como lo denomina Breslau, “platonismo empirico”).

    2. El segundo obstaculo viene de la sociología donde más que estudiar la competencia se ha tendido a estudiar lo que habría “detrás” de esta. Por ejemplo, en Durkheim, lo importante no es la coordinación de mercado, pero el sustento moral anterior que lo hace posible. O, el mismo Bourdieu, dedicó mucho atención a situaciones competitivas (por ejemplo, pruebas escolares), pero más bien para criticarlas y denunciar que detrás de una aparentemente competencia legítima existiría un proceso de lucha de fuerzas o capitales. Creo que Fligstein hace lo mismo. Finalmente su sociología económica (no por eso deja de ser interesante) se dedica a mostrar como es que los actores económicos evitan la competencia, al mismo tiempo que inevitablemente se sitúan en un campo de lucha.

    A pesar de lo anterior, y como mencionas en tu post, hay algunas pistas ya existentes desde donde podría partir una sociología económica que se haga cargo de la competencia.

    Como dices, Simmel entrega ese gran “insight” de que la competencia es un conflicto pácifico donde dos o más agentes no están en una lucha directa, sino que compiten por la atención de un tercero. Como suele suceder con Simmel la competencia es una triada. Es esta misma intuición, creo yo, que ha sido desarrollada por White en su sociología de los mercados. Lor productores se observan mutuamente en ese especie de “one way mirror” que son los clientes. No observan directamente la demanda pero signos de su exito (como ventas de la competencia etc) y al hacer eso constituyen una nueva formación social, un mercado ordenado y las organizaciones mismas como identidad.

    Creo que otras pistas hay en la sociología pragmática francesa y la economía de las convenciones. Uno podría decir que lo que hacen Boltanski y cia fue decir “hey, no basta con criticar los tests – escolares o lo que sean- sino que hay que tomarlos en serio” y hacer una sociología que permita comparar las diferentes formas de comparar legitimamente bienes y personas. Así la economía de las convenciones puede ser leída como un proyecto comparativo de diferentes modos de competencia (“industrial”, “mercantil”, “fama”, “doméstico”).

    En una línea relacionada me gusta la idea de J. Guyer de estudiar los cambios en unidades de medición (de escalas ordinales, a cuantitatives, etc.).

    Así creo que algunas líneas de investigación posible podrían ser:

    * La comparación de diferentes modos de organización de la competencia (principios de justicia, tipos de medias utilizadas, etc.). Por ejemplo, como se organiza el deporte en US y Europa!!

    * Tipos de acción estrategíca ante diferentes modos de competencia (diferenciando entre aquellos que se orientan a ganar al interior de un particular tipo de concurso o aquellos que prefieren más bien “saltarse” los tests y generar sus propias unidades de competencia). Algo así como la diferencia entre la sociología en US donde todo el mundo parece competir por los mismos premios (publicar en 2 journals, trabajar en 7 universidades) versus en Europa, donde pareciera existir un tipo de acción más cercano a la competencia monopolística de generar nuevos journals y nichos de investigación….

    Pero bueno todo esto son ideas rápidas, pero encuentro muy interesante el tema y feliz de seguir conversando / involucrarme en algún proyecto de publicación que revise las sociologías de la competencia. Slds

  • gustavoonto  On July 23, 2014 at 8:01 pm

    Ótima discussão! (Desculpe mas vou escrever os comentários em português, pois acho que todos compreendem).
    Concordo com vocês e acho que existe ainda um problema maior na tentativa de fazer uma teoria mais geral da concorrência ou competição.
    Em primeiro lugar, a grande variedade de noções de concorrência entre os economistas é simplesmente surpreendente. Neoclássicos e schumpeterianos, só para citar o exemplo mais óbvio, discordam tanto de como funcionam os processos concorrenciais e dos efeitos que eles geram. Isso já cria uma problema grande devido ao modo como alguns de nossos “nativos” (economistas) não se decidem sobre a questão. William Davies demonstrou como as políticas de concorrência (onde estariam teoricamente os experts par excellence deste conceito) norte -americana e inglesa podem ser diferentes quanto atentamos para este fato.
    Ainda, deveríamos observar que esses conceitos não são apenas econômicos e por isso trazem muitas outras interpretações e significados. O que concorrência ou competição na política tem a ver com a concorrência dos mercados? Será que Bourdieu estava certo, como lembrou José, de classificar certas disputas como “concorrenciais” ou “competitivas”? Será que políticos interpretam seus rivais do mesmo modo que empresas interpretam seus concorrentes no mercado? Acho que é muito difícil afirmar que sim. E o que dizer dos conceitos correlatos “rivalidade”, “disputa”, jogos, etc.? E ainda os seus usos nas ciências biológicas que estudam processos competitivos há muito tempo.
    Só pra concluir, eu vejo que dentro de uma agência de defesa da concorrência, como a que eu estudo, aparecem muitas formas de se definir o que é concorrência e realmente eu acredito que Simmel estaria mais perto de uma formulação mais geral desse conceito. Mas, mesmo assim, talvez esta seja apenas uma aproximação da formulação de um tipo de especialista na concorrência: os economistas e juristas do antitruste.
    De qualquer modo, acho que, neste momento, estamos ainda no início de uma discussão desse conceito, que ainda não foi explorado como o conceito de mercado tem sido pelos sociólogos e antropólogos. E o problema é que seus usos são muito mais amplos que os do conceito de mercado.

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