Felipe González reseña y discute “Las sospechas del dinero” de Ariel Wilkis

Portada Sospechas del Dinero[La categoría “debate” es una sección dedicada a discutir a partir de libros publicados por los contribuidores de Estudios de la Economía. En este post Felipe González comenta Las Sospechas del Dinero: Moral y Economía en la Vida Popular de Ariel Wilkis (Paidos 2013). El comentario de Felipe continúa la serie iniciada por Taylor Nelms y que finalizará con una respuesta a González y a Nelms por Ariel Wilkis.]

Quisiera comenzar esta reseña agradeciendo a Ariel Wilkis por facilitarme el texto hace un buen tiempo, el cual, por diversos motivos, no tuve ocasión de revisar y comentar en su debido momento. En este sentido también quisiera extender el agradecimiento a Taylor Nelms, por la paciente espera del comentario del libro.

***

En esta reseña quisiera ser conciso, pues descanso en parte en la excelente revisión realizada en este blog por Taylor Nelms. En la primera parte, quisiera pasar revista brevemente a los principales mensajes del libro, la estrategia analítica que sigue y esbozar algunos de sus hallazgos. La segunda parte la dedicaré “pensar en voz alta” y plantear algunas inquietudes –probablemente preexistentes- que el libro desencadenó. Debo advertir que estas provienen, en parte, de mi ignorancia respecto de la literatura especializada sobre el mundo popular. Por ello, prefiero sólo arriesgar reflexiones generales sobre el dinero y la vida social a propósito del mundo popular al que nos transporta el impecable trabajo etnográfico de Wilkis. Con estas pretendo más que nada aprovechar la ocasión para profundizar y abrir a discusión el diálogo interno que tuve con el autor mientras leía el libro. Esta tribuna es, sin duda, un privilegio.

I.

Este libro no estudia el dinero. Más bien lo utiliza para acceder, a través de sus normas morales de circulación, a la vida colectiva del mundo popular, en particular de los habitantes de Villa Olimpia. Esto porque el dinero sirve como “…instrumento de ruptura frente a las representaciones discontinuas del mundo social” (p. 175). La estrategia analítica y metodológica del libro podría resumirse entonces diciendo que el dinero tiene una suerte de “primacía analítica” a partir de la cual se puede acceder al resto de las formaciones sociales, religiosas, políticas y afectivas del mundo popular. Justamente porque el dinero “está en todos lados” o “es un hecho social total” (esto es desafiante), permitiría realizar una representación acabada de lo que Wilkis denomina el rompecabezas del mundo popular.

Está claro, en esto Wilkis lleva la sociología de Zelizer desde Princeton a las zonas periféricas de Buenos Aires. Pero su apuesta va más allá y se plantea, además, a través de una “sociología moral”. Esta se basa en la idea de “capital moral” como esquema de clasificación y jerarquización social, es decir, de que la virtud y el mérito moral se convierte en un activo que se puede capitalizar y hacer rendir en determinados espacios sociales. De aquí surge una combinación interesante. Por un lado, sigue a Zelizer en que el dinero no constituye un medio impersonal que corroe las relaciones sociales, sino que las habita y las hace posible. Pero la sociología moral del dinero no se queda ahí. Lo que se pone en duda no es el carácter corrosivo del dinero que hasta hace poco habían asumido los sociólogos. Pues la apuesta es que precisamente porque el dinero (impersonal y corrosivo, o no) nos expone a dilemas morales y conflictos de todo tipo, se puede acceder a través de él y de las tensiones que engendra, a la vida colectiva de las personas.

Amparado en estas ideas, el libro “sigue” el dinero en sus múltiples expresiones, a través de las relaciones políticas, religiosas, domésticas y comerciales de Villa Olimpia; a través de las interacciones cara a cara, rumores, conversaciones, intercambios, mítines, rituales y rutinas de sus habitantes. Y con ello se aprende algo de la relación entre el dinero, la economía y el mundo popular que las concepciones tradicionales, las del dinero sospechado presentes en la literatura, música, periodismo y ciencias sociales, no permiten ver: el dinero no está ausente en la vida popular, y no es solamente una fuente de degradación moral.

Siendo escueto, 6 piezas constituyen el rompecabezas del mundo popular que nos muestra Wilkis. La primera pieza, el dinero donado, es aquel que se recibe como “don” y que por tanto enviste de autoridad moral al que lo otorga (el autor diría que “genera órdenes sociales mediante jerarquías monetarias”). Esta es una pieza fundamental del mundo popular, por cuanto la caridad, transferencias sociales y el valor del trabajo se entremezclan y son constantemente impugnadas dentro y fuera de la comunidad.

La segunda pieza del mundo popular es el dinero militado, que refiere al uso del dinero en intercambios políticos tradicionalmente impugnado –reduccionistamente- como clientelismo. El dinero militado surgió en el contexto específico de Villa Olimpia a partir de la consolidación un “mercado político” local que circulaba “sueldos” a través de cadenas de reciprocidades en las circulan dinero, mercancías y favores. Wilkis muestra en este sentido cómo el dinero militado se convirtió en una medida de evaluación moral que circula en rumores, una “nueva fuente de unidad y litigios morales” que impregnó la comunidad de Villa Olimpia.

La tercera pieza, el dinero sacrificado “…comunica las virtudes de trascendencia frente a las virtudes materiales” (p. 86). El sacrificio de bienes y/o dinero permite negar la posición de privilegio al momento de dar y distribuir, y por tanto se desmarca de otras formas de dinero. Asimismo, el dinero sacrificado no circula en cualquier dirección, sino que demanda del “receptor” el capital moral de ser “verdaderamente necesitado”. El sacrificio se constituye fuente de capital moral en el espacio particular de la caridad y la vida religiosa, pero entra en competencia con otras jerarquías monetarias, especialmente con el dinero militado.

La cuarta pieza, el dinero ganado, aparece en las múltiples imputaciones que se realizan al dinero en el espacio “mercantil popular”, representado en espacios tan diversos como el mercado de La Salada (habitado también por integrantes de Villa Olimpia), el negocio construido en la casa, las apuestas ilegales (quinielas), o la venta de artículos robados. Así por ejemplo, el dinero ganado porta la virtud de la ganancia, así como también somete a las personas a escrutinio público o funda la obligación de prestar (dar fiado); o el dinero ganado obtenido en actividades ilícitas demanda esfuerzo por investir de legitimidad dichas actividades económicas.

La quinta pieza, el dinero cuidado o dispuesto para los requerimientos del hogar y la unidad familiar, hace visible las contradicciones de la familia uniendo la economía doméstica con los afectos. De esta manera, todas las piezas de dinero confluyen en el hogar y se someten a los regímenes de opinión y sentimientos del dinero cuidado (p. 126). Así, separar dinero ganado constituye dinero cuidado en forma de ahorro, y el dinero así cuidado se constituye en una unidad de medida del compromiso de los miembros de la familia (los hijos de Mary).

Finalmente, el dinero prestado representa una de las piezas del rompecabezas del mundo popular moralmente más cargadas. Esto es de esperarse, pues como ha señalado la antropología desde Mauss, las deudas son tanto la fuente de la cohesión social como de las jerarquías; y la cancelación, cobro o perdón de deudas han constituido fundamentos de la moralidad a lo largo de la historia. El capital moral se convierte en este ámbito en el principal garante de confianza para llevar a cabo pequeños préstamos, acarreando un ethos de responsabilidad particular para el buen pagador. En caso de que el capital moral no pueda ser demostrado o verificado, surgen además otras maneras de movilizar el dinero prestado, tales como el pago adelantado. En el mundo popular que describe Wilkis, el capital moral detrás del dinero prestado tiene particular importancia, se cuida y se cultiva, porque permite a muchos acceder a los bienes y comodidades que su realidad les niega constantemente.

El libro sigue a través de sus capítulos cada una de estas piezas del rompecabezas del mundo popular, y conecta así las historias individuales los habitantes de Villa Olimpia, los hitos de la comunidad y los quiebres económicos de la nación en una narrativa que mantiene al lector cautivo. Esto me parece un recurso fundamental del libro, pues el rico material etnográfico transporta al lector a una realidad que le es probablemente desconocida, a la vez que lo hace inteligible a la luz de un amplio registro de teoría social (que pasa por Weber, Durkheim y Mauss, hasta Zelizer, Parry, Aglietta y Orléan). Muestra así, a modo de hilo conductor, que cada una de las piezas del “rompecabezas del mundo popular” (como lo llama Wilkis), articulan un mundo social y monetario distinto, con sus propias reglas de acumulación, circulación y estatus.

II.

El libro está lleno de interesantes propuestas teóricas y conceptuales que merecerían la pena ser discutidas. Entre ellas, la noción de capital moral como forma de capital simbólico; el rol de las jerarquías monetarias a través de distintos espacios sociales; las luchas por clasificar el dinero dentro y fuera del mundo popular; o los soportes materiales de las múltiples circulaciones del dinero (como sugería Taylor Nelms en su reseña). Sin embargo, en vez de entrar en estas discusiones conceptuales más finas, quisiera compartir dos inquietudes y/o reflexiones generales que me suscitó la lectura del libro.

Mi primera reflexión/duda es general, y versa sobre el dinero como punto de entrada a la vida colectiva del mundo popular. Como ya se ha insinuado, el libro se erige en contraposición a lo que Zelizer llama la perspectiva de los “mundos opuestos”, en la cual las interacciones sociales discurrirían por un lado, y los medios de coordinación impersonales como el dinero, por otro (en el mundo de la vida y los sistemas sociales diferenciados). En ese sentido la crítica a la versión “sospechosa” del dinero apunta también a la idea generalizada de que la monetización de economías de subsistencia corroe los valores preexistentes. Sin embargo, la pregunta que está en juego en el libro apunta también en una dirección distinta, que tiene que ver con cómo se reproduce una economía de subsistencia (el mundo popular) en un contexto monetizado. En este sentido, y desde mi ignorancia respecto de la literatura especializada, me surge la duda de si el dinero es un punto de entrada particularmente importante para entender las clases populares, más que a otros segmentos.

Pues en principio tiendo a pensar que el dinero será siempre un objeto ubicuo en las relaciones sociales; esto porque el dinero se hace moralmente demandante y requiere “trabajo relacional” para circular precisamente porque tiende homogeneizar e impersonalizar los intercambios (que el dinero tenga múltiples “significados sociales” me parece una consecuencia de su carácter impersonal). Pero leyendo el libro, y de acuerdo con Wilkis, quedo con la impresión de que una serie de dilemas y estructuras sociales del “rompecabezas del mundo popular” se entienden mejor siguiendo el dinero porque las clases populares tienen dos características particulares: primero, porque en una economía altamente monetizada, la carencia de dinero, y no la afluencia y los fenómenos asociados a ella (como la búsqueda de “distinción social” a través del consumo de bienes culturales propios de las sociedades “post-materiales”), es el pan de cada día. La idea es simple: en contextos de precariedad, la escasez de dinero se hace sentir con todo su peso, es más doloroso y demandante, y me pregunto si es en parte por eso que el dinero (o su falta) puede entenderse en el contexto popular como un “hecho social total”.

Y segundo, los sectores populares son probablemente tal vez más heterogéneas respecto de sus fuentes de ingresos, y están siempre más propensos a organizarse sobre una “economía mixta” o articulada a través de transferencias estatales y caridad, mezclada con trabajo asalariado formal e informal, auto-empleo y en ocasiones con actividades ilícitas. Esto da la impresión de que en el mundo popular hay por definición muchas jerarquías monetarias circulando. Esto podría tener consecuencias. Si esto es así, y el dinero en el mundo popular es moralmente más demandante porque las jerarquías monetarias proliferan, ¿no tendríamos que asumir la dicotomía tradicional según la cual el mundo popular sería un espacio monetizado “a medias”, donde el dinero moderno -homogéneo e impersonal- discurre en paralelo con otras formas de intercambio como la reciprocidad, caridad o la necesidad de colectivizar los recursos familiares (el dinero cuidado)? ¿Cabría pensar la relación entre dinero y relaciones sociales de manera distinta para aquellos espacios donde las fuentes del dinero son más homogéneas, tales como el dinero-salario, y dónde los hogares tienen mayor discrecionalidad sobre sus recursos? Una posición en este sentido podría sostener que el crecimiento económico y las mejoras en ingresos facilitan procesos de individuación, bajo los cuales la coordinación social tiende a perder peso moral. De esta forma, la pregunta más de fondo para las perspectivas culturales sobre el dinero sería ¿en qué condiciones es el dinero moralmente más o menos demandante, más o menos fragmentado? O dicho de otra forma, ¿en qué condiciones podemos esperar que emerjan múltiples jerarquías monetarias? Y si estas existen y proliferan en todos los espacios sociales, ¿cuál sería la diferencia de las jerarquías monetarias del mundo popular respecto de otros espacios no-populares?

Segundo, en esta misma dirección, me parece importante el hecho de que Villa Olimpia aparece como un microcosmos, asemejándose más una “comunidad” que una “sociedad” (siguiendo la distinción de Tönnies) en la que los vecinos se conocen y ubican, se topan constantemente en las calles, la parroquia y las actividades sociales; donde hay claras figuras públicas que disputan el capital simbólico (Salcedo y el padre Suárez), y las interacciones cara a cara están a la orden de día. Me pregunto si tal vez es precisamente este carácter de micro-cosmos en un contexto monetizado el que le otorga al dinero una mayor densidad moral y lo fragmenta en distintas piezas; y si es esto lo que lo constituye en un “laboratorio del dinero” (p. 19). Al respecto, creo que vale la pena preguntar entonces en qué medida son estas piezas del rompecabezas del mundo popular expresiones de conflictos morales asociados a jerarquías monetarias propias de Villa Olimpia, y por tanto, locales; o bien, son adjetivos generalizables así como dinero “bueno” o “malo”, “sucio” o “justo”, y las jerarquías monetarias acá descubiertas podrían considerarse como conceptos transportables al análisis de otros espacios sociales.

Finalmente, la tercera y última reflexión/duda tiene que ver con los efectos prácticos que tienen distintas visiones del dinero, la de las “sospecha el dinero” y la sociología moral de Wilkis. Pienso en esto porque las versiones sospechosas del dinero ya parecen un “cuento viejo”. Al menos en la sociología económica o del dinero, nadie cuestionaría que el dinero circula a través de relaciones sociales a la vez que las constituye cargadas de contenidos morales y afectivos. Pero aunque probablemente la versión “sospechosa del dinero” haya perdido fuerza en los discursos académicos, esta está aún presente en los medios de comunicación y en otro tipo de discusiones públicas sobre principios distributivos, como bien muestra Wilkis en el capítulo 1 sobre dinero donado. Por eso, más allá de las retóricas del dinero sospechado en los discursos de izquierda, las semánticas que circulan sobre el neoliberalismo, o la literatura latinoamericana que se presentan en el libro, me parece interesante preguntarse a qué tipo de teorías y paradigmas darían origen otras concepciones totalizantes del dinero, y cuales de estas ideas tendrían (o han tenido) efectos performativos sobre las formas de concebir el mundo popular. Creo que esto queda esbozado en la discusión en prensa que el autor presenta en el capítulo sobre dinero donado. Pero me parece que se podría pensar en concreto cuál es el tipo de conocimiento y modos de intervención que genera la versión “sospechosa” del dinero, y así entender mejor cuál es el potencial iluminador de una “sociología moral del dinero” respecto de otras versiones. En estos términos, uno de los aspectos más interesantes destacados por Wilkis es el hecho de que las clases populares aparecen clasificadas según el valor moral que se le atribuya a los usos que hacen del dinero: pedido, militado, prestado, robado, donado o ganado. En este sentido, los flujos monetarios desde el mundo no-popular hacia el mundo popular (pagos a los recolectores, donaciones o transferencias del Estado) están mediadas a partir de lo que Bourdieu/Thompson (1992) denominaba “luchas por la clasificación”, disputas por modificar la realidad al nombrarla y clasificarla. Ya sabemos que las clasificaciones en definitiva distribuyen poder y terminan modificando el curso de vida de los “clasificados” (Fourcade/Healy 2013), ¿cuál serían entonces es el efecto performativo de dichas clasificaciones más allá de las jerarquías monetarias que engendran?

Felipe González

Referencias

Bourdieu, Pierre/John B. Thompson, 1992: Language and symbolic power, Social theory. Cambridge: Polity.
Fourcade, Marion/Kieran Healy, 2013: Classification situations: Life-chances in the neoliberal era. In: Accounting, Organizations and Society 38, 559-572.

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Comments

  • Javier Hernandez  On May 13, 2015 at 9:19 pm

    Me parece muy interesante la reseña y el libro, por lo que la duda que me surge es:

    Cómo se puede adquirir el libro aquí en Chile?

  • arielwilkis76  On May 21, 2015 at 4:45 pm

    Javier gracias por tu interes, y cómo este blog no sólo analiza transacciones sino también permite concretarlas te dejo el el link de Amazon: http://www.amazon.com/SOSPECHAS-DEL-DINERO-ARIEL-WILKIS/dp/9501289133

  • Javier Hernandez  On June 22, 2015 at 3:15 am

    Muchas gracias Ariel, no había visto esto. Se compra!

  • José Ignacio Alarcón Molina  On August 16, 2015 at 6:17 pm

    Es un excelente libro que amplia la tesis del culturalismo económico expresado por Viviana Zelizer, además entrega pistas para avanzar hacia una sociología del dinero más allá de los postulados de Simmel y Marx. Por otro lado, este libro permite el diálogo con otras teoría sociológicas como los sistemas sociales de Luhmann, ya que pretende ampliar la explicaciones no sobre el origen del dinero, sino sobre sus usos en la vida popular. En estos momentos me encuentro realizado mi tesis de maestría sobre los usos de la propina en el mundo productivo de Hotelería y restaurantes y en base aquello me cabe una pregunta: ¿la propina es más que un don o reciprocidad?

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