[La categoría “debate” es una sección dedicada a discutir a partir de libros publicados por los contribuidores de Estudios de la Economía. En este post Ariel Wilkis responde a los comentarios sobre su libro Las Sospechas del Dinero: Moral y Economía en la Vida Popular (Paidos 2013) de Taylor Nelms y Felipe González]
Comienzo estas breves líneas agradeciendo tanto a Taylor Nelms como a Felipe Gonzáles por tomarse ambos el tiempo para reflexionar sobre mi libro. También agradezco el espacio cedido por el queridísimo blog Estudiosdelaeconomía para generar estos intercambios. El objetivo de estas líneas es retomar las reflexiones de Taylor y Felipe como disparadores para ampliar la imaginación sociológica que trazó los límites de Las sospechas del dinero.
I. Las lecturas de Taylor y Felipe me ayudan a dejar en claro una serie de operaciones presentes en Las sospechas… En consonancia con los cuestionamiento de la sociología clásica y contemporánea, en sus páginas argumenté que el dinero no tiene un valor moral absoluto ni para celebrarlo ni para condenarlo. A esta premisa negativa le sigue una premisa propositiva. Inspirado en The Social Meaning Of Money de Viviana Zelizer sostuve que el dinero resulta tan central, como lo son las piezas en el armado de un rompecabezas. Así como estas son múltiples, también lo son las opiniones y sentimientos del dinero. Completar el tablero del rompecabezas de la vida social implica descubrir las piezas del dinero que lo componen. En Las sospechas.. mostré el caracter multiple, contradictorio y negociado de los significados morales de estas piezas y de los vínculos sociales conectados a traves de ellas. Esta dinámica obedece a una de las propiedades más importantes del dinero: su capacidad para definir, desafiar y alterar jerarquías morales.
En el libro, propuse el concepto de “capital moral” para iluminar la importancia de esta propiedad del dinero. Este concepto, a diferencia del de economía moral, muestra la ubicuidad moral del dinero. El capital moral organiza circulaciones monetarias heterogeneas (formales e informales, mercantiles y domesticas, etc..). Poseer este capital representa un derecho de entrada y participación en ciertas transacciones monetarias. En el mundo del delito, por caso, el dinero circula asociado a una gramática de acumulación moral (definición de valores, obligaciones, de virtudes). Al igual que en el mundo familiar, el político, el religioso o el del mercado. Las personas transitan por estos mundos acomodándose y negociando las reglas que los exponen a acumular capital moral para acceder a sus beneficios monetarios.
Con el concepto de capital moral intenté abrir la caja negra que representan las cuestiones morales para las relaciones económicas. Desde el surgimiento en lo que se dio en llamar la nueva sociología económica en la década del 80, la preocupación por las bases morales de las acciones económicas volvió a ganar cada vez más atención. Una agenda especifica se organizó en torno a esta cuestión (Fourcade and Healy 2007, Wherry 2012). Las reflexiones de este libro mostraron un camino para ir más alla de una lógica de mundos hostiles, para usar la figura de Viviana Zelizer, entre economía y moralidad. El argumento del último capitulo sintetiza claramente este camino. Lo vimos actuar como especie de garantía que define las reglas de reconocimiento de virtudes morales para acceder al dinero prestado en sistemas heterogéneos de crédito. Frente a la emergencia de narrativas unilaterales que excluyen la moral del mercado del crédito capitalista, frente a narrativas que le atribuyen la exclusividad de una dimensión ética a las finanzas alternativas, el concepto de capital moral sirve para desestabilizar esta oposición binaria, y mostrar la ubicuidad moral de la economía.
Quisiera volver sobre algunas observaciones de Taylor y Felipe para ver en ellas una serie de proposiciones para profundizar algunas ideas que están presentes en mi sociología moral del dinero pero que aún se encuentran en estado de work in progress. Intentaré pensar junto a Taylor y Felipe para ver qué operaciones son necesarias para completar este programa sociológico.
II. Las intervenciones de Taylor ayudan a resaltar, al menos, dos aspectos que la sociología moral del dinero debería profundizar. La primera de ellas invita a tomar aún más seriamente que la temporalización del dinero (la velocidad y duración de su circulación) tiene efectos morales. La personas se jerarquizan a través del tiempo del dinero. La rapidez o lentitud del dinero deviene una fuente de capital moral. Se trata, entiendo, de analizar la multiplicación de los tiempos del dinero que son manipulados por los agentes para marcar hostilidad, generosidad, etc… Al menos, en la línea de la sociología del dinero a lo Zelizer esta dimensión está escasamente desarrollada. Bloch y Parry se acercan aunque su propuesta está atada a dos ciclos de duración (uno largo y otro corto) mientras que la observación de Taylor invita a tomar en cuenta la multiplicación de duraciones y velocidades de las circulaciones del dinero.
En Las sospechas intenté mostrar la capacidad del dinero para dibujar un orden social mientras circula. La sociología moral del dinero invita a descifrar la vida social como un espacio continuo donde las jerarquías morales son creadas y mantenidas monetariamente. Como Jane Guyer lo demostró en su trabajo Marginal Gains, en mi relato también las jerarquías monetarias (el rango entre las piezas de dinero) y las jerarquías morales (el estatus de las personas) aparecieron como realidades conectas. La apuesta de este recorrido fue mostrar que el orden social que expresa cada uno de estos vínculos se desvanecería sin una jerarquía entre las piezas de dinero. La dinámica de estas piezas (sus jerarquías, sus tensiones, sus conversiones) pone en juego la definición y negociación del estatus y el poder de las personas en ordenes sociales específico.
Desde esta perspectiva, no conviene considerar al dinero como una “variable independiente” de un proceso que se quiere explicar: su presencia no da razón por sí mismo de su papel en la vida social. Si lo tratamos como un dato aislado, tendemos a verlo de manera homogénea, como si produjera los mismos efectos en contextos diferentes. En cambio, si consideramos que sus valoraciones dependen de una jerarquía, nos vemos obligados a reconstruir las conexiones y diferenciales de sus usos cómo piezas. Taylor invita a profundizar aún más esta pista, proposición que encuentro sumamente potente. Una profundización de esta propuesta sería trazar las conversiones e inconversiones entre piezas de dinero. ¿Qué piezas son conmensurables? ¿Cuáles inconmensurables? ¿qué piezas son convertibles entre si? ¿Qué “trabajo relacional” hay que llevar adelante para esta conversión? ¿Qué costos morales tiene este trabajo? La observación de Taylor dispara estas preguntas y abre exploraciones empíricas de notable interés para la sociología moral.
Voy a empezar a abandonar la apropiación de las observaciones de Taylor con su último y agudísimo comentario. Sin lugar a dudas, mi trabajo no le presta toda la atención necesaria a lo señalado por Taylor como “la dimensión institucional de la producción de dinero.” No obstante, en al menos dos contextos mi análisis se detiene en esta dimensión. Tanto cuando analizo el dinero donado producido por el Estado (las transferencias monetarias condicionadas) cómo cuando analizo al dinero prestado producido a través del impulso del mercado de tarjeta de créditos. Si bien tomo en cuenta esta producción institucional (desde el Estado y desde el mercado) no profundizo todas las consecuencias que implicaría asociar al mismo tiempo una mirada sobre la producción y una mirada sobre los usos morales. La observación de Taylor le exige a la sociología moral del dinero que amplie su espacio teórico y empírico para mirar sistemáticamente esta relación. Una vía de producir esta ampliación podría ser llevar a la sociología moral del dinero al seno de las instituciones que producen y regulan el dinero. Los trabajos de Mariana Luzzi sobre las concepciones del dinero que el Estado paga como “reparaciones” a quienes sufrieron el terrorismo de Estado, el de Martín Hornes sobre las concepciones sobre el dinero que despliegan los expertos en políticas sociales, el que desarrollamos actualmente junto con Mariana sobre las regulaciones en torno al uso del dólar en Argentina o las investigaciones de Horacio Ortiz sobre las evaluaciones morales que los traders realizan alrededor del valor de las acciones financieras, son todos ejemplos que muestran lo potente de desplazar la sociología moral hacia la producción y regulación institucional del dinero.
III. Ahora quisiera volver sobre las observaciones de Felipe para apropiármelas con una dirección bien definida. Sus comentarios ayudan a reponer los pilares de un programa de sociología moral del dinero más allá del contexto empírico y del tipo de descubrimiento sobre el mundo popular que proponía Las sospechas del dinero… Felipe lee y sintetiza el argumento del libro con destreza y claridad. Traza el espacio conceptual de mis exploraciones y detalla las filiaciones de mis interrogantes. Sus observaciones son pertinentes y amplían mi interrogación. Con respecto a la primera observación no puedo más que coincidir con él. El dinero es un objeto oblicuo en todas las relaciones sociales. Creo que la sociología a la que aspiro se orienta más a una sociología moral del dinero a secas que a una exclusiva del mundo popular. Felipe me ayuda a pensar en esta clave y formula preguntas muy pertinentes que una sociología moral dinero tendría que tener entre sus pilares de programa de investigación.
Frente a cierta generalización implícita de mi argumento, Felipe me invita a parar la pelota y plantear una pregunta de extrema sensibilidad sociológica. ¿En todos los contextos sociales las jerarquías morales de las piezas de dinero son mediaciones determinantes para comprender los usos y circulaciones monetarias? ¿Cómo, agrego yo, se ‘mide’ la intensidad moral de las piezas de dinero? Felipe invita a pensar otra cuestión en la dirección de un programa de investigación: ¿Cómo las piezas de dinero encontradas en Las sospechas… se pueden convertir en conceptos transportables a otros contextos? ¿Cómo, profundizo en este sentido, se acumula conocimiento en pos de modelos que expliquen el uso de las jerarquías morales del dinero? Todas estas preguntas sugieren que un programa de sociología moral debe, en primer lugar, contextualizar sus hallazgos, en segundo lugar, ser capaz de comparar contextos, en tercer lugar, apostar a cierto grado de generalidad, en cuarto lugar, saber combinar estrategias de investigación tanto etnográficas como cuantitativas. Estas exigencias, sin lugar a dudas, ayudarían a fortalecer la sociología moral del dinero más allá de Las sospechas…
La última observación de Felipe capta de manera precisa uno de los objetivos que me planteé al intentar desarrollar una sociología moral del dinero. “¿Cuál sería el efecto performativo de las luchas de clasificación más allá de las jerarquías morales? ¿cómo intervienen en el curso de la vida de los clasificados?”, se pregunta Felipe. En otro lugar (Wilkis, 2014) argumenté cómo esta perspectiva asumía las propiedades atribuidas a las “nuevas sociologías morales” (Hitlin y Vaisey 2010), entre ellas la necesidad de conectar los procesos de significación moral con los de estratificación social. La noción de capital moral, argumenté, no pretendía solamente recoger la variabilidad de evaluaciones y juicios morales sino analizar cómo estos posicionan a las personas en mejor o peor posición en la competencia por acceder a recursos. En el terreno especifico donde desplegué mi sociología moral del dinero, me interesó mostrar cómo el capital moral multiplica el capital económico, cómo puede ser una fuente de diferenciación social a través del acceso a diferentes circuitos monetarios. Por ejemplo, mi análisis muestra que la posesión de capital moral habilita la participación en circuitos de crédito formales e informales, su ausencia implica la exclusión de los mismos. En este sentido, Las sospechas… muestra un análisis de cómo los circuitos monetarios producen “estratificaciones situacionales”, para retomar el termino de Randall Collins. Sin lugar a dudas, retomando el desafío de Felipe, un programa de sociología moral del dinero debería profundizar estos hallazgos para mostrar los efectos concretos que tienen estas dinámicas morales y monetarias en la vida de las personas, en sus destinos vitales.
Cierro estas reflexiones volviendo a agradecer a Taylor y Felipe por sus agudas observaciones. Sus palabras generosas fueron provocaciones para volver sobre mi escritura y correr el limite arbitrario que supone el punto final de todo texto.
Referencias
Fourcade, Marion and Healy, Kieran 2007. “The views of moral markets”. The Annual Review of Sociology, 33: 285-311.
Hitlin, Steven y Vaisey, Stephen (2010) (edit.) Handbook of the sociology of morality, New York: Springer.
Wherry, Frederick .2012. The Culture of Markets, Malden. MA: Polity Press.
Wilkis, Ariel (2014) “Sobre el capital moral.” Revista Papeles de Trabajo, núm 8 (13), pp. 164-186.