Luisa es una dueña de casa de 54 años de edad que habita en la comuna de La Pintana, al sur de Santiago. En el hogar de Luisa viven otras siete personas. Su pareja, Patricio, sus hijos Nacho, Paty y Andrea, su yerno Rafael y sus nietos Camila y Cristián. Luisa además tiene una cuarta hija –Katia – que vive con su marido Rodrigo en la misma población. El esposo de Luisa, Patricio, trabaja haciendo “pololos” esporádicos como pintor y gana 150 mil pesos [US$312] mensuales en promedio. Luisa, además del trabajo de la casa, atiende un kiosco en su mismo hogar, del cual obtiene entre 20 y 30 mil pesos al mes. Andrea y su marido trabajan y se hacen cargo de sus propios gastos. Paty, por su parte, está cesante por lo que recibe ayuda de sus padres para solventar sus gastos y los de su hija. Nacho estudia enfermería en un instituto con Crédito Aval del Estado y recién ha empezado a recibir sus primeros ingresos como trabajador esporádico en la construcción. Con el dinero que Luisa y su marido ganan y con las ayudas económicas que reciben de sus hijos se mantiene este hogar.
Respecto a su vida financiera. Luisa tiene una cuenta de ahorro en el Banco Estado donde tiene un fondo de emergencia de 40 mil pesos reunidos a partir de las monedas del kiosco. Dado que Luisa y su marido cuentan con trabajos informales, ninguno accede a cuentas corrientes o créditos bancarios. Eso sí, Luisa es una activa participante de tres instituciones financieras informales, dos pollas y una “caja común” que funciona como un “club de ahorro navideño”. Esta “Caja” además puede ser utilizada como fuente de créditos, aunque bajo ciertas reglas. Los préstamos deben devolverse con intereses, en caso de atrasos hay una multa y si en tres fechas seguidas no paga su cuota se le retira del grupo y no se le devuelve el dinero aportado hasta ese momento.
Luisa accede también a créditos otorgados por casas comerciales. Continue reading