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Seminar Review: Making things valuable – CBS (first part)

[Como parte de nuestra colaboración inter-redes este post es publicado conjuntamente con Charisma-Network]

Photo: Sidsel Nelund

Pricing cell phone numbers in Beirut. Photo: Sidsel Nelund

Last week, I was lucky enough to attend an excellent two-day workshop “Making things valuable” held at the Copenhagen Business School. The final program had eight presenters – Peter Miller, Paulo Quattrone, Wendy Espeland, David Stark, Martha Poon, Lucien Karpik, Celia Lury and Vicent Lépinay – each with an hour for presentation and Q&A. Unsurprisingly, these very rich two days left me thinking about many different things and my thoughts went in many directions. In this post (and hopefully in a second one too), I am going to try and organize what I heard. However, more than giving a full account of the event, I am going to focus mostly on one main issue, which, as expected, was central in at least half of the presentations, namely: quantification in the form of rankings and scores. Considering that the lineup of the workshop included some of the most influential authors of these topics today, in the next paragraphs I am going to use their work to illustrate what I understand is the state of the art in this domain (follow this link for my slightly longer summary of the previous literature), to finish with a short remark about an issue I believe has somehow been left aside: how to stop rankings. Continue reading

Valores, justificaciones y cuantificación

 

Es extraña la lectura de La economía, ciencia de los intereses apasionados (ECIA), el pequeño libro exegético que Latour y Lépinay escribieron para presentarle al mundo –un siglo después- el trabajo de Gabriel Tarde. Extraña, por un lado, porque ha sido tal el esfuerzo de Latour (acá, aquí, pero también allá) por introducirnos a Tarde como el clásico que hubiese cambiado el curso de la sociología, que leyendo ECIA uno se pregunta a ratos si no bastaría con los comentarios de Latour sin entrar en los detalles freak de Tarde. Pero extraña, también,  porque la obra de Tarde –sin la necesidad de sus exegéticos- abre una serie de preguntas extremadamente interesantes.

No soy muy dado a las sofisticaciones teóricas –y lo digo con algo de vergüenza- pero en el corazón de la apuesta tardeana hay una hipótesis que me detonó todo tipo de reflexiones. Esta hipótesis podría ser resumida así: el pecado de la economía (economics para entendernos) no es cuantificar la vida económica (economy), sino no llevar dicho ejercicio a su máxima posibilidad. Para Tarde la materia de la economía –aquellos bienes transables que hacen y se mueven por los mercados- es siempre subjetiva: es una cualidad que remite a escalas de interés y deseo. Y es sólo gracias a que los mercados operan con entidades subjetivas que se les puede cuantificar: si no hubiese una referencia, una equivalencia relacional, no habría posibilidad de ordenar los bienes transados (definiendo, por ejemplo, qué bien hace de suntuario, cuál de complementario y qué otro de público). La idea de la economy of qualities de Callon et al. (2002), aunque más referida a los dispositivos sociotécnicos que permiten el anclaje/desanclaje entre consumidores y bienes, retoma parte de esta propuesta.

La (tan celebrada) tesis de Tarde es que la economía se habría limitado a cuantificar un tipo de valor, dejando otros tipos de valoraciones fuera de sus análisis, por tanto de la economía (el argumento basal tras la idea de performatividad). Pero lo interesante es que Tarde no se contenta con eso, sino que se anima a indicar cuáles son los valores con los que la economy opera. Tarde identifica tres: el valor-verdad (p.ej. el estatus), el valor-utilidad (p.ej. la riqueza) y el valor-belleza (p.ej. la estética) (Ojo con las similitudes con el price, prize y praise de Dewey). Pero cuidado con confundir esta premisa de Tarde con el construccionismo. Para Tarde estos valores no son distintas ‘perspectivas’ sobre un mismo fenómeno, sino distintos esquemas ordinales (con sus propios códigos, espacios y materialidades) que, y este es el punto central, pueden ser objeto de cuantificación.

Tarde no deja claro cuándo comienza un valor y termina el siguiente (y enhorabuena, probablemente no hay cómo hacer tal demarcación) y siempre queda abierta la pregunta si son tres, cinco o un número indeterminado de valores en constante proceso de hibridación (similar a la noción de modalidad de Caliskan y Callon 2009, o la idea de disonancia y heterarquía de Stark (2009). Pero más allá de esos debates, me parece que Tarde hace algo extremadamente sugerente: tiende un puente para acercar los regímenes de justificación de Boltanski y Thévenot (B&T) a la sociología económica. O mejor dicho: abre la posibilidad de ver en regímenes o mundos de B&T un instrumento de cuantificación.

En primer lugar, hay una conexión evidente entre los regímenes de B&T y los valores de Tarde. ¿Podría conectarse el valor-utilidad al market regime, el valor-verdad al regime of opinion y valor-belleza al regime of inspiration? Si son estas o no las parejas es secundario; lo fundamental es, siguiendo a Tarde, preguntarse cómo la economía puede hacer una mejor cuantificación. Siempre me ha parecido que el gran problema en muchos de los usos de los regímenes de B&T es el poco sustento teórico para extrapolarlos. ¿Cuál es su rendimiento límite? ¿Es posible sacarlos de la pragmática de la moral y los conflictos para ubicarlos en otros campos? ¿Pueden los regímenes de justificación ser utilizados para hablar de evaluaciones económicas? ¿Es legítimo usarlos para medir experticias? ¿Sirven para cualificar distintos tipos de mercados? Stark diría que sí, y de hecho él se basa en B&T para argumentar que las firmas deben articular “alternative conceptions of what is valuable, what is worthy, what counts.” (p.5). A mí, en lo personal, no me queda tan claro. Es decir, creo que para hacer la proyección que hace Stark hace falta una mayor mediación conceptual. Los mismos B&T dicen que su foco de atención es más amplio y vinculado “to all kinds of justifications and not just those that concern economic life” (2006 [1991], p.17). B&T, de hecho, están interesados en los moments critiques (momentos críticos), o sea situaciones en las que “people, involved in ordinary relationships, who are doing things together –let us say, in politics, work, unionism- and who have to coordinate their actions, realize that something is going wrong” (1999, p.359).

Creo, sin embargo, que los valores de Tarde pueden prestarse para hacer esa mediación que, a mi juicio, le falta a Stark. ¿Por qué? Porque a Tarde lo que le interesa de sus tres tipos de  valores es la posibilidad de cuantificar la vida económica. En este sentido, los régimen de B&T podrían entrar a la sociología económica no para representar las conexiones entre value y values –básicamente la puerta que les abre Stark- sino para ampliar –según el concepto de Latour y Lépinay- la gama de valorímetros con los que cuenta la economía: la variedad de escalas cuantificables del valor que hacen a la economía. Digamos que B&T, vía Tarde, podrían entrar a la sociología económica por la puerta metodológica.

¿Cómo deberían ser estos valorímetros? Aquí está la segunda clave para una alianza entre Tarde y B&T. Tarde no dibuja un modelo formal, pero entrega un elemento fundamental: la clave de la economía y de su cuantificación está en los silogismos prácticos. Por éstos Tarde entiende los “estados anímicos” y “duelo lógicos” que hacen la economía. En palabras de Tarde: “De vendedor a cliente y de cliente a vendedor, de consumidor a consumidor y de productor a productor… opera un continuo e invisible pasaje de estados anímicos, un intercambio de persuasiones y excitaciones –mediante la conversación, los periódicos, el ejemplo- que precede a los intercambios comerciales, a menudo es lo único que los hace posible.” Estos silogismos prácticos son, también, muy cercanos al pragmatismo de B&T. No hay estructuras predefinidas; las justificaciones y los valores se despliegan y ponen en juego de forma situada, usando para afirmarse todo tipo de entidades, objetos y procesos. O sea: sean cuales sean los valorímetros diseñados para cuantificar la economía, éstos deben reconocer la naturaleza práctica, contagiosa y heterogénea de la materia a cuantificar. La imagen no deja de ser interesante y disruptiva: si la economía aceptase que existen otros valorímetros, otros regímenes para medir el valor de lo económico, tendría que construir un nuevo arsenal de herramientas de cuantificación. La economía y la sociología establecerían una nueva relación. Ya no se trataría de develar la dimensión ‘simbólica’ de la economía, ni siquiera de identificar su naturaleza performativa, sino de aliarse en la cuantificación (pero esta vez sin exclusión) de lo económico.

PS1: esto último abre un muy interesante debate sobre las ‘guerras metodológicas’ entre investigadores cuantitativos y cualitativos. Tal vez vía B&T vía Tarde dichas guerras pierden sentido: los cualitativos deberían re-encantarse con la cuantificación, y los cuantitativos deberían la pragmatología de lo social.

Manuel Tironi