Tres reflexiones sobre economía y moral

Si bien es común escuchar que la economía no tiene moral, o incluso que es inmoral, la sociología ha ido generando una reflexión en torno a cómo la economía tiene una dimensión moral significativa. Para ello, es necesario adoptar una definición social de lo moral y que no refiera a una moral última o esencial. En este sentido existen dos corrientes que podemos utilizar. Una de ellas es la que surge a partir de Durkheim, entendiendo el ámbito de lo moral como uno de los que gobierna y aglutina la experiencia social (Durkheim, 2012). La segunda corriente es aquella propuesta por Luhmann y que se refiere a la moral como el ámbito del aprecio social (Luhmann, 1998). En ambos casos la moral indica cómo en una sociedad se juzga y valora a las personas de acuerdo a los criterios con los que ella misma juzga actos o situaciones. Al hablar de valores o de trasfondo moral, hablamos de algo que se define en la sociedad o en sus distintos grupos (Swidler, 1986). Así, el funcionamiento de la economía como una construcción social no está exenta de modelos de acuerdo respecto a lo qué es visto positiva o negativamente por los observadores y quienes construyen discurso.

Un trabajo clave en esta dirección fue desarrollado en el ya clásico libro El Nuevo Espíritu del Capitalismo (Boltanski & Chiapello, 2007), donde se señala que el nuevo capitalismo no sólo necesita un fundamento moral, sino que al mismo tiempo han sido, entre otras, las críticas morales las que han ido cambiando al capitalismo hacia su forma actual. El capitalismo contemporáneo recurre a argumentos morales, en este caso asociados al bien común e individual, para fundamentar su desarrollo. Esta idea ha sido desarrollada por integrantes de este blog (Undurraga, 2013) y otros autores (Gárate, 2013; Thumala, 2007) señalando que las reformas neoliberales en Chile no sólo tuvieron un fundamento al nivel político y cognitivo sino que también hicieron uso de premisas y discursos morales, los que en muchos casos se siguen escuchando.

Una segunda reflexión es la que ofrece, entre otros, la socióloga Michele Lamont, quien acuña el concepto de “barreras simbólicas” con las cuáles se atribuye una condición moral a las personas en base al grupo al que pertenecen o al grupo que se les adjudica (Lamont & Fournier, 1992). Desde esa perspectiva, es interesante observar como muchos de los juicios morales, especialmente de la elite, se fundamentan en cuestiones adscritas. Si bien, ya no es posible para estos grupos hablar de ellos mismos como “la gente decente” como se pudo en algún minuto (Vicuña, 2001), parece persistir una atribución de superioridad moral por el solo hecho de tener un determinado origen o trasfondo social, lo que se expresa tanto a la hora de tomar decisiones, por ejemplo, respecto de contratar o colaborar con alguien como también a la hora de jugar a las mismas reglas del juego de los demás. Los escándalos que se han observado los últimos años en Chile parecen decir que no sólo es cuestionable que los miembros de la elite cuenten con estándares morales superiores al resto, sino que en muchos casos el mismo hecho de pertenecer a la elite parece fundamento para hacer aquello que esperan que otros no hagan. En ese sentido, parece que las normas son para otros y ellos no las necesitan. Es importante tomar en cuenta estos fenómenos a la hora de comprender, por ejemplo, la relación entre economía e instituciones, en el sentido de que las normas deben también ser comprendidas desde el sentido sociocultural que tienen para los agentes.

Finalmente, hay una tercera reflexión que me parece relevante a la luz de los resultados del Informe de Desarrollo Humano en Chile del año 2014. En él, entre muchas otras cosas, se señala que la movilización social experimentada en Chile desde el año 2011 ha conducido a un proceso de politización, en que las distintas personas se manifiestan de diferentes maneras acerca de problemas políticos y públicos. Sin embargo, como observa el propio informe, esta movilización, como expresión de malestar y de cuestionamiento de las estructuras actuales, se hace comúnmente desde una mirada individual y dónde cuesta sacrificar recursos, tiempo o privilegios para bienes o beneficios colectivos. Esto recuerda cómo desde un punto de vista práctico, en la desregulación del mercado del trabajo y la transformación del rol del estado (Sabatini & Wormald, 2005) y desde un punto de vista cultural y cognitivo a partir de procesos de aculturación de los principios del neoliberalismo (Gárate, 2013), configuran un escenario para que las demandas públicas se comprendan en una clave crecientemente individual. De hecho, la fuerza de la demanda estudiantil del 2011 se sustentó en parte en el problema del endeudamiento familiar. A modo de hipótesis, es posible pensar que las reformas neoliberales tuvieron un efecto en la cultura política del país, en la forma en que juzgamos nuestro propio comportamientos y el de los otros, y en la forma en que nos relacionamos con los demás.

De esta manera, es interesante debatir cómo elementos económicos y morales se relacionan. La construcción social de la economía no descansa sólo en relaciones de poder, sino también en los discursos morales que justifican y legitiman dichas relaciones, así como las posiciones y acciones de los agentes que controlan las empresas y los mercados.

Javier Hernández

Referencias
Boltanski, L., & Chiapello, E. (2007). The New Spirit of Capitalism. London: Verso.
Durkheim, E. (2012). The Division of Labour in Society. Eastford, USA: Martino Fine Books.
Gárate, M. (2013). La Pedagogía Monetarista. Difusión y debate de las nuevas ideas económivas en la Revista Hoy, 1975-1979. In J. Ossandon & E. Tironi (Eds.), Adaptacion: La Empresa Chilena despues de Friedman (pp. 109–134). Santiago de Chile: Ediciones UDP.
Lamont, M., & Fournier, M. (1992). Introduction. In M. Lamont & M. Fournier (Eds.), Cultivating Differences: Symbolic Boundaries and the Making of Inequality (pp. 1–18). Chicago: University of Chicago Press.
Luhmann, N. (1998). Paradigm Lost: Sobre la reflexión ética de la Moral. In Complejidad y modernidad: De la unidad a la diferencia (pp. 197–214). Madrid: Editorial Trotta.
Sabatini, F., & Wormald, G. (2005). Santiago de Chile bajo la nueva economía (1980- 2000): Crecimiento, modernización y oportunidades de integración social. In A. Portes, B. Roberts, & A. Grimson (Eds.), Ciudades Latinoamericanas: Un Análisis Comparativo en el Umbral del Nuevo Siglo. Buenos Aires: Prometeo.
Swidler, A. (1986). Culture in Action: Symbols and Strategies. American Sociological Review, 51(2), 273–286. Retrieved from citeulike-article-id:168530
Thumala, A. (2007). Riqueza Y Piedad. El Catolicismo De La Elite Chilena. Santiago de Chile: Debate.
Undurraga, T. (2013). Instrucción, Indulgencia y Justificación: Los circuitos culturales del capitalismo chileno. In J. Ossandon & E. Tironi (Eds.), Adaptacion: La Empresa Chilena despues de Friedman (pp. 135–166). Santiago de Chile: Ediciones UDP.
Vicuña, M. (2001). La Belle Epoque Chilena, Alta Sociedad y Mujeres de Elite en el Cambio de Siglo. Santiago de Chile: Editorial Sudamericana.

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